Discursos dados por Sai Baba​ – 28. 01/02/77 Hanumán

Discursos dados por Sai Baba

{SB 13} (39 discursos 1975 a 1977)

28. 01/02/77 Hanumán

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 10 cap. 11 )

Hanumán

1 de Febrero de 1977

HANUMÁN HABÍA LOGRADO coordinar el pensamiento, la palabra y la acción. Por lo tanto, tenía la distinción singular de ser grande en fuerza física, estabilidad mental y carácter virtuoso. Él brilla como una joya inapreciable entre las personalidades del Ramayana. También era un gran erudito que había dominado, sobre todo, las seis escuelas de la gramática. Sabía los cuatro Vedas y los seis Shastras. El Gita dice que un erudito es el que ve la misma fuerza divina motivando a todos. Hanumán era un buen ejemplo de esta perspectiva. Él no se enorgullecía de lo mucho que sabía; era la expresión misma de la humildad, nacida de una genuina sinceridad y sabiduría. Él se daba cuenta de que el principio de Rama estaba iluminando a todo ser, y lo adoraba por encima de todo. Durante sus viajes en el bosque buscando a Sita, Rama y Lakshmana llegaron a la montaña Rishyamuka, donde descansaron por un rato en una sombreada cañada. Estaban cansados y tristes. Sugriva, rey de los Vanaras, y su confidente Hanumán, los vieron desde la cima de una colina adyacente. Al principio Sugriva temía que fueran emisarios de su hermano Va¡¡, quien había jurado eterna venganza en contra de él. También pensó que serían espías desplazándose de incógnito. Así que Hanumán se ofreció para acercarse a ellos y regresar con la información correcta acerca de su identidad y sus intenciones. Le dijo a Sugriva que llegar a conclusiones sin tener suficiente información es peligroso.

Les habló a los hermanos con palabras dulces, amables y agradables. Rama estaba impresionado por la exactitud gramatical de sus frases. Contestaron rápidamente todas las preguntas y Hanumán confirmó sus buenas intenciones. Ofreció llevarlos hasta donde estaba su amo y monarca. Se convirtió en un gigante y los llevó sobre sus hombros. La visión (darshan) de Rama y Lakshmana eliminó todos sus pecados, el hecho de tocarlos (sparshan) consumió todas las consecuencias de sus actos en vidas pasadas, y su conversación (sambhashan) inundó su mente de alegría. Ésa es la experiencia de todos los que reciben el impacto de la Divinidad. Como resultado, Rama y Sugriva, quienes tenían ansiedades y problemas comunes, iniciaron una amistosa relación y ambos recibieron la seguridad de que sus problemas serían resueltos exitosamente a través de la mutua ayuda que se prestarían.

Hanumán se volvió el mensajero de Rama. Hay tres clases de mensajeros: los que no comprenden las órdenes de su amo o que no les importa comprenderlas y actúan en perjuicio del trabajo que se les ha asignado; los que sólo hacen literalmente lo que la orden comunica, y los que captan el significado y propósito de las órdenes y las llevan a cabo en su totalidad, hasta que se ha cumplido el propósito. Hanumán pertenecía a esta última categoría. Cualquiera que fuera el obstáculo, nunca retrocedía en sus esfuerzos, y rendía cuentas sólo después de que estaba satisfecho con el resultado de su misión. Él podía ahondar en las órdenes de Rama y saber lo que éstas significaban. Tan pronto recibía la orden, sentía un impulso de poder dentro de él y una nueva confianza de que, como él lo había ordenado, Rama mismo le daría la fortaleza y la inteligencia, la audacia y el espíritu intrépido necesario. Por eso nunca tenía dudas acerca de su capacidad o su aptitud. Su cuerpo y su espíritu se vitalizaban por el simple hecho de que Rama le pidiera hacer algo. Un alambre eléctrico tiene una fibra de cobre dentro de la cubierta plástica; para una buena operación, ambos tienen que ser de alta calidad. Así también, el cuerpo y el espíritu que está dentro, ambos tienen que estar en buen estado, y las palabras de Rama hacían que ambos fueran eficientes y activos.

El darshan de Rama le dio a Hanumán un enorme refuerzo de poder, aun de poder físico. O, de otra manera, ¿cómo pudo haber saltado sobre sesenta y dos kilómetros de mar? Una tarea que aun Jambavan, Angada y otros héroes Vanaras no se atrevían a llevar a cabo, Hanumán la lograba mediante la sola recitación del Nombre de Rama.

La juventud de la India debe prestar atención especial a este rasgo de la vida de Hanumán. Nunca calculaba los pros y los contras: «¿puedo triunfar?; de todas las personas, ¿por qué soy yo el que ha sido escogido para esta misión?» Cuando Rama le pidió descubrir dónde estaba Sita, él se dijo: «¿Por qué he de considerar las posibilidades de éxito o fracaso? Rama, quien me escogió, tendrá la responsabilidad». Él decidía orar y lo hacía lo mejor que podía. Durante su vuelo, una colina se elevó del mar y le ofreció descanso y hospitalidad, pero rehusó la invitación. Una demonia salió del mar y lo retó a pelear con ella antes de seguir adelante, pero la apartó y siguió volando. Pasó por el cielo como una de las flechas del mismo Rama. La base de su valentía era la confianza en el Ser y sobre esta base construyó las paredes de la satisfacción del Ser; sobre ambas puso el techo del sacrificio de ese Ser, y vivió en esa mansión disfrutando de la bienaventuranza de la realización del Ser.

He aquí un buen ejemplo de la devoción de Hanumán hacia Rama. Al terminar el puente, y la noche anterior a la marcha hacia Lanka, Rama estaba recostado sobre las arenas de la playa bajo la fresca y brillante luz de la luna con Sugriva, Hanumán, Vibishana, Jambavan, Angada, Nala, Nila y otros a su alrededor. Estaba descansando con la cabeza sobre las piernas de Lakshmana. Repentinamente, lanzó la pregunta de por qué la luna tenía una marca y lo que esa marca indicaba. Cada uno se aventuró a dar una respuesta. Algunos dijeron que era la sombra de la Tierra, otros, que indicaba una gran depresión o grieta sobre la superficie de la luna, y otros más dijeron que debía ser un gran montículo de tierra. Rama le preguntó a Hanumán, quien había estado callado por un largo rato, qué pensaba sobre ello. Hanumán dijo que era el reflejo de la cara de Rama, la cual él adoraba. Tenía la singular fortuna de visualizar a Rama en todo aquello que miraba.

A Hanumán se le representa como un mono, y los monos, por naturaleza, son juguetones y caprichosos. «Ser tan mono» se ha vuelto un sinónimo de volubilidad. Pero Hanumán no tenía ningún rasgo de volubilidad. Él descendía de la divinidad y contaba con las cualidades divinas mencionadas en el Gita. Obtenía bienaventuranza en la contemplación de Rama. Tenía total dominio sobre los deseos físicos y sensuales. Brillaba en el esplendor átmico. Había establecido su vida sobre las bases de la verdad y la rectitud y llevaba a sus compañeros por el mismo camino con la fuerza de su ejemplo.

De los tres gunas, el equilibrado, satva, el apasionado, rajas, y el indolente tamal , rajas es la cualidad que debe ser observada cuidadosamente, porque su primera progenie es la lujuria. La lujuria destruyó a Ravana, quien era un gran intelectual, guerrero, emperador y un poderoso héroe. El deseo puede aplastar y neutralizar toda buena cualidad en el hombre, rebajarlo al nivel de una bestia. La ira es el segundo entre los hijos de esta cualidad. La ira puede arrebatar de sus manos el cofre del tesoro de la sabiduría y hacerlo añicos. Generalmente se compara con el fuego, que literalmente significa «no es suficiente». Siempre tiene buen apetito para consumir más y más combustible y así alimentar su ¡limitada hambre.

Hanumán no tenía lujuria. Su ira no era de la variedad comparable al fuego. Para buscar a Sita, Hanumán tuvo que entrar en la residencia de las mujeres en el palacio de Ravana para mirarles el rostro cuando estuviesen durmiendo, y comparar sus rasgos con la descripción que Rama había hecho de Sita. Él se sentía muy culpable de tener que pasar por esta terrible experiencia y hasta consideró la posibilidad de! suicidio porque estaría demasiado avergonzado para presentarse ante Rama después de esta exper
iencia. Pero, consolándose al saber que después de todo estaba obedeciendo una orden de Rama, regresó para continuar la búsqueda. Consideraba a cada una de las mujeres como su propia madre, así que buscó dónde estaba su madre, no dónde estaba Sita. Ésta es una buena lección para la juventud de hoy.

Con motivo de la coronación de Sr¡ Rama en Ayodhya, se les dio regalos a los ministros y visitantes distinguidos, y a los colaboradores y compañeros de Rama: Vibhishana, Sugriva, Jambavan, Nala, N¡la, etcétera. A Hanumán no se le dio ninguno. Al observar esto, Sita, que era quien más se había beneficiado por su generosidad y heroísmo, su devoción y dedicación, se sintió dolorida.

Ella le comunicó sus sentimientos a Rama, que estaba a su lado en su trono. Rama le dijo que ella podía darle cualquier regalo que quisiese. Entonces ella se quitó su bello collar de perlas y lo colocó en manos de Hanumán. Inmediatamente, Hanumán separó las perlas y poniéndolas una a una entre sus dientes las mordió y las escupió con repugnancia. Sita se llenó de ira. Ella le susurró a Rama que Hanumán sólo podía ser un simple mono. Cuando le preguntaron a él, Hanumán dijo: «Sólo estaba tratando de examinar para ver si estas perlas tenían a Rama dentro; no pude encontrar a Rama en ninguna de ellas así que las tiré. Si una cosa no tiene a Rama en ella, para mí es algo sin valor, como una piedra».

Ante esto, Agasthya, uno de los ilustres sabios que estaban en el salón, se levantó y desafió a Hanumán inquiriéndole: «Hanumán, dices que no usarás, comerás o llevarás contigo cualquier cosa que no tenga a Rama. Bueno, tú llevas tu cuerpo, ¿no es así? ¿Llevas el sonido de Rama en ti?» Hanumán aceptó el reto. Se quitó un solo pelo de su muñeca y lo puso junto al oído del sabio. ¡Milagro! Estaba recitando «Rama, Rama», sin interrupción. La lealtad de Hanumán y su devoción a todo lo que pertenecía a su amo era profunda y sincera. Ésa es la razón por la que siempre tenía éxito, cualquiera que fuera la misión.

Después de las celebraciones de la coronación, Sita, Rama y sus hermanos se sentaron juntos a recordar hechos pasados y algunos de ellos expresaron el deseo de poder servir más a Rama. Bharata y Satrugna eran los más ansiosos. Así, se escribió una lista de todas las cosas que podían ser ofrecidas a Rama como servicio y éstas fueron asignadas a los presentes. En ese momento Hanumán no estaba presente, y cuando entró, los otros le anunciaron con cierto júbilo, que no tenía más oportunidad de servir a Rama; ahora los demás iban a hacer todo. Rama también se unió al juego. Hanumán estaba terriblemente abatido y les imploró: «Por favor, revisen nuevamente la lista. Denme cualquier servicio, por pequeño que sea, que pudieran haber pasado por alto». Ellos estaban seguros de que no habían olvidado nada, así que le pasaron la lista a Hanumán. Afortunadamente, él descubrió un servicio que no había sido asignado. Cuando uno bosteza, hay un rito de chasquear los dedos frente a la boca. Por supuesto, generalmente lo hace la misma persona que bosteza, pero en el caso de Rama, emperador de Ayodhya, seguramente sería indecoroso que lo hiciera él mismo. Hanumán suplicó que se le asignara el deber de chasquear los dedos cuando Rama bostezara. Los demás estuvieron de acuerdo porque pensaron que las oportunidades de que Rama bostezara serían realmente raras. Para Hanumán, sin embargo, era un regalo de Dios, porque siempre estaba observando la cara de Rama, con sus dedos listos, esperando la oportunidad de llevar a cabo el rito que era su deber.

También ésta era la gracia de Rama, porque, ¿qué puede suceder sin su conocimiento y su designio? ¿Quién puede mantener a un devoto alejado de la presencia de Dios? Mediante este incidente, Rama demostró que nadie puede obstruir su deseo e interponerse entre su devoto y él mismo.

Brinda van

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