Discursos dados por Sai Baba – 08. ??/??/?? Armonía eterna

Discursos dados por Sai Baba

{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)

08. ??/??/?? Armonía eterna

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 18 )

Armonía eterna

Es posible adquirir habilidades en todas las ramas del saber y obtener victorias en los debates académicos.

Se pueden donar como caridad casas, tierras y vacas, y aun volar hacia los cielos y contar todas las estrellas. Existe la posibilidad de conocer y nombrar a todos los seres del mundo o adquirir maestría en Ashtanga Vidya, o alcanzar la luna. Pero, ¡lástima! la verdadera dificultad consiste en obtener control sobre los sentidos y firmeza de mente, adquirir visión interna y mantener la paz y la ecuanimidad todo el tiempo.

Pueden adquirir maestría en todos los Shastras, en los Vedas y el Vedanta, pueden ser reyes, vivir en un palacio o ser grandes guerreros y obtener victorias en batalla, pueden vencer a la diosa de la pobreza y amasar gran riqueza. Pero todo eso es inútil a menos que tengan devoción y hayan merecido la gracia de Dios.

A menos que el hombre entienda su naturaleza interna, a menos que controle su mente y capte la verdad interna, no será de ninguna utilidad para el mundo. El individuo tiene que responsabilizarse del progreso del mundo enarbolando los valores de la vida y esforzándose por el bienestar de la comunidad.

Hoy, los científicos y los líderes de las naciones han olvidado los verdaderos valores de la vida y el genuino bienestar del mundo; sólo los obsesiona el progreso material. A menos que se percaten de los valores espirituales de la vida, no podrá existir paz y prosperidad en el mundo. Sin base espiritual, aun cuando tengan ojos, los hombres serán ciegos; aun cuando tengan oídos, estarán sordos; aun cuando tengan un brillante intelecto, estarán locos. Sólo la espiritualidad puede conferir visión verdadera y volver al hombre pleno e íntegro.

El hombre de la actualidad se contradice a sí mismo; sus pensamientos, palabras y acciones son incongruentes. Sin armonía, ¿cómo puede el hombre contribuir al bienestar de su comunidad y del mundo? Él sólo puede crear caos. Ése es el fatal sino del mundo hoy en día. Por lo tanto, el hombre tiene que comprender su propia dignidad y su realidad espiritual interna; sólo así obtendrá la visión correcta. De lo contrario, será como la historia de los diez discípulos tontos. Cada uno no se contaba a sí mismo, pensaba que había sólo nueve y lloraba por el décimo hombre desaparecido; cada uno había olvidado contarse a sí mismo y se había sumergido, no sólo él mismo sino también a los demás, en el dolor y la pena. Los líderes y los «sabios» científicos son tan tontos como esos diez. Sin intentar comprender la propia realidad interna, tratan de explorar la luna, los planetas y las estrellas.

Primero se deben cultivar la pureza de pensamientos y la ecuanimidad mental, éstos no son algo que se pueda comprar u obtener desde afuera; se tienen que generar desde el interior. Cuando logren la ecuanimidad mental en medio del placer y el dolor, estarán libres de aflicción y gozarán de paz.

El hombre tiene que comprender el porqué de las penas. Las tres fuentes del dolor en lenguaje vedántico son: 1) prakriti (la naturaleza), 2) jiva (el individuo) y 3) daiva. Éstas son adibhoutika, adhyatmika y adidaivika.

Primero debemos tratar de entender qué es prakriti. Prakriti no es una realidad permanente, es algo que se ha interpuesto, algo con valor relativo. Lo que no es una realidad permanente, no es verdad. Por eso, nosotros debemos trascender la conciencia de prakriti. Solamente cuando olvidemos lo que debe ser olvidado, seremos felices.

Prakriti, la naturaleza, que vemos a nuestro alrededor, no puede otorgarnos felicidad puesto que siempre está cambiando. Las experiencias que prakrifi nos da estando despiertos se esfuman durante el sueño y las que experimentamos durante el sueño cesan cuando despertamos. Las experiencias oníricas son originadas por nuestra mente, así como también lo son las experiencias que acumulamos durante la vigilia. Lo que vemos sólo son nuestras propias creaciones; la visión experiencia del mundo no es más que una proyección de nuestra mente y el reflejo de nuestros pensamientos. Según lo que pensemos, igual será lo que veamos. El color de los lentes que usan determina el de las cosas que aparecen ante ustedes. Si usan lentes de color rojo, todo lo verán rojo, si usan lentes de color verde, todo parecerá verde. Los pensamientos puros hacen que el mundo aparezca puro. Si miran las cosas con amor, con un corazón bondadoso, el mundo entero, toda la creación, aparecerá ante ustedes como un reflejo de amor.

El egoísmo que enturbia nuestro amor está impidiendo la visión de nuestra divinidad. ¿Por qué actúa de esa forma el egoísmo? Por tres razones: a) el apego que sentimos hacia nuestro cuerpo, b) la debilidad de nuestra mente, y c) nuestra esclavitud hacia nuestros sentidos.

¿Cuál es el camino para superar o sublimar este egoísmo? Primero, debemos hacer una evaluación, una comprensión justa de nuestro cuerpo, sentidos, mente, etcétera. Ellos no son nosotros. Debido a la ignorancia nos identificamos con ellos, sólo son nuestras vestiduras; como el vestido que usamos El cuerpo no es nosotros, los órganos sensoriales no son nosotros, la mente no es nosotros; sólo son nuestras vestiduras. Por eso decimos: «éste es mi cuerpo», etcétera; nunca decimos: «yo soy el cuerpo». Deberíamos percatarnos de que nosotros somos realmente otra cosa: el ser que está separado de éstos es la verdadera entidad en nosotros y lo que nosotros somos.

El cuerpo físico está constituido por cinco elementos que son de naturaleza material, y por ello tienen que caer y destruirse algún día. El que, sobrevive y perdura eternamente es sólo el dehi, el que reside en el cuerpo; el residente en el cuerpo no tiene ni nacimiento ni muerte; él es el Alma y es un aspecto y forma de Dios. El cuerpo sólo es un vehículo, la vestidura del Alma.

En cuanto a los órganos sensoriales, éstos son similares a las riendas de un caballo. Los sentidos tienen funciones limitadas; cada sentido tiene una función específica; por ejemplo: los ojos sirven para ver, los oídos para oír, etcétera. Cada órgano tiene una función particular y limitada. Los ojos no pueden oír ni los oídos ver.

Deberíamos apreciar la gran armonía que existe en la función de los órganos de los sentidos. Los ojos ven algo atractivo, la mente quiere obtenerlo y las piernas conducen al cuerpo allí; las manos lo toman, y su obtención les otorga satisfacción y alegría. Vean la interrelación que existe entre todos los órganos sensoriales; después miren cuánta armonía existe entre todos estos órganos de los sentidos. Notemos además la ayuda mutua y la coordinación con la cual todos trabajan. Cuando paseamos por un camino, si los ojos descubren una espina en el suelo, las piernas de inmediato eluden la espina. En caso de que el pie se haya herido, los ojos vierten lágrimas; si el ojo sufre daño, todo el cuerpo siente dolor. Así, el dolor sufrido por un órgano es compartido por los demás. ¡Qué gran lección de armonioso vivir nos enseñan!

El cuerpo es descrito en las Upanishads como un carruaje: las riendas son la mente, los sentidos son los caballos, el intelecto es el conductor y el Alma es el amo que viaja en el interior del carruaje.

La mente es como las riendas que controlan a los caballos (los sentidos); la mente es un vórtice de deseo y agitación; es un conglomerado de pensamientos diversos. Algunas veces, cuando los pensamientos son excitantes, la mente se perturba y cae en la aflicción; mas esto sólo es imaginario. Así como muchos hilos entretejidos formaron una tela, así también muchos pensamientos conforman a la mente. Si no existen pensamientos, tampoco hay mente. Una mente pura es aquélla que tiene buenos pensamientos o piensa en Dios. Debemos evitar malas ideas y pensamientos perversos, y dar cabida a los buenos. Ustedes tienen que hacer uso de su inteligencia y discernir qué pensamientos s
on buenos y cuáles son malos.

A la mente también se le conoce como el yo, el falso yo. En realidad es maya (ilusión). Todos dicen: «estoy mentalmente preocupado; mi mente me perturba mucho». ¿Pero alguien ha visto esa mente? Nadie sabe qué es la mente, pero sufren a causa de ella, y de $u ilusoria existencia. La turbación que sufren ustedes es creación de ustedes mismos, el miedo también lo crean ustedes cuando imaginan que la mente está allí, y, por lo tanto, ésta hace su aparición; niéguenla o investíguenla, y se desvanecerá totalmente. En vez de investigar, le otorgamos a la mente una indebida importancia y le permitimos que nos rija y nos someta al sufrimiento.

En una ocasión alguien se aproximó a Ramakrishna Paramahamsa quejándose así: «Mi mente me está torturando y me causa problemas». Ramakrishna le respondió con ironía: «¡Oh! ¿Le está causando su mente muchos problemas? Cójala y tráigamela para castigarla». Ramakrishna sólo quería hacer hincapié en que la mente era sólo su imaginación. Son únicamente nuestros deseos los que crean el fantasma de la mente; si los deseos se dominan, la mente se desvanece.

Debemos ahondar más allá del cuerpo, de los sentidos, de la mente y del intelecto para llegar al origen de todos éstos: el Alma. Éste es el sustrato, la base y la fuente de todo. Para cada cosa debe existir una base que no vemos; para el carruaje que se mueve está el camino, que es el terreno sobre el cual se mueve. El carruaje puede desviarse pero el camino no se desvía. Si el camino también se mueve, ¿hacia dónde se puede dirigir el carruaje? De manera similar, el Alma es la base para el funcionamiento de la mente, los sentidos y el cuerpo; el Alma es la estructura básica.

He usado el símil del carruaje. Debemos recordar la función predominante de la inteligencia en la travesía del carruaje; los caballos pueden estar uncidos y el carruaje listo, pero si el cochero está ausente el carruaje no podrá moverse. Hay un coche con un buen motor, el tanque está lleno de gasolina y los neumáticos tienen la exacta presión, pero si el conductor no está allí, ¿de qué sirve el auto? La inteligencia, buddhi, es como si fuese el conductor del coche; la facultad que decide entre lo bueno y lo malo y qué camino debe uno tomar. El intelecto ejerce la facultad de discernir gracias al mandato del Alma, su amo. La inteligencia es la facultad superior, y su importancia se debe a su cercanía y proximidad con el Alma. Los caballos están colocados delante del carruaje; las riendas son el instrumento externo; el cochero se sienta cerca del amo que viaja en el interior. Así, entre los instrumentos, la inteligencia se destaca en primer lugar; debajo de la inteligencia se encuentra la mente, debajo de los órganos de los sentidos está el cuerpo. El fulgor del Alma cae directamente en la inteligencia, la cual obtiene el máximo beneficio y fuerza del Alma. Por eso, la inteligencia puede juzgar con certeza y elegir el camino correcto; cuando un hombre usa su inteligencia apropiadamente lo llamamos buddhiman. Si no usa su inteligencia correctamente, lo llamamos modha o aviveki. La inteligencia debe ejercer control sobre la mente, y la mente control sobre los sentidos.

Sin embargo sucede generalmente lo contrario: la inteligencia no discierne; la mente ejerce superioridad sobre el intelecto y los sentidos, superioridad sobre la mente. Por lo tanto, el carruaje corre en dirección equivocada y no llega a su destino. Para evitar esto, el intelecto debe actuar en la luz del Alma, y la mente subordinada a la inteligencia. Cuando la inteligencia está centrada y sujeta en el Alma, la chispa divina, recibe la luz del Alma, brilla y obtiene fuerza para cumplir su función con eficiencia y rendir frutos.

Nuestra forma de vivir y el modo de conducirnos en este mundo no son diferentes de la vida adhyátmica (del Alma). En nuestra vida cotidiana, si usamos la inteligencia para discernir entre lo bueno y lo malo y seguimos los dictados del Alma, entonces todo marchará de manera correcta y positiva. Ésta es la divina prescripción para vivir mejor. Lo primero que se requiere, es tener fe en la existencia y la supremacía del Alma (Dios). Si no tienen fe en el Alma, ni confianza en sí mismos y si, además, siguen con su vanidad egoísta, ¿cómo pueden beneficiarse alguna vez con la divina luz y guía? ¿Cómo pueden conocer el esplendor del Alma?

¡Encarnaciones del Amor!: Este Universo creado tiene dos aspectos; uno es lo impermanente; el segundo es la infelicidad. En el Gita, Krishna sentenció: Anityam asukam lokam imam prapya bhajasva mam» (Nada de este mundo puede otorgar felicidad; es decir, felicidad verdadera y eterna). Creer erróneamente que este mundo es «todo» y olvidar el Alma que es lo único eterno y el único refugio, es la gran locura del hombre. En la actualidad, el hombre deposita todas sus esperanzas en este mundo escurridizo y busca con afán acumular riquezas. Por supuesto, las necesidades materiales deben tomarse en cuenta y satisfacerse, pero dentro de sus límites y no a costa de los valores espirituales. El dinero y las mansiones no son la única riqueza; acumulen la riqueza del espíritu. El carácter es riqueza; la buena conducta es riqueza; la sabiduría espiritual es riqueza.

¡Encarnaciones del Amor!: Fomenten la riqueza de la buena conducta, esfuércense por ganar la eterna riqueza de la sabiduría del espíritu; cualquier otra satisfacción no será de ningún provecho para ustedes, pues sólo atraerán parientes y amigos de la misma manera que los sapos llegan a un estanque cuando está lleno de agua. Una vez que el estanque se seca, ningún sapo permanece allí. Cuando se esfuma la riqueza, los amigos y parientes se alejan y olvidan de ustedes. Tal es el amor mundano; los amigos huyen, las relaciones se vuelven tensas, los hermanos riñen y se alejan. Las familias se desintegran, éste es el juego de la riqueza mundana.

Por consiguiente, no se obsesionen en amasar riquezas mundanas, más bien traten de ganar la riqueza de la buena conducta; cultiven el amor del espíritu y brinden servicio desinteresado. Mediante el servicio se forja un buen carácter y, además, fomenta nobleza y amor puro. Dediquen su cuerpo, mente y sentidos al servicio de los demás. Este cuerpo está destinado sólo a ejecutar acciones buenas y servir a los demás. No se les ha otorgado para odiar y albergar celos contra otros, ni para vivir con egoísmo, peor que un animal. Siempre deben dedicar este precioso regalo que es el cuerpo al servicio amoroso y sin egoísmos.

Siempre tengan en mente que no es muy importante hacer el bien a alguien que les ha hecho el bien, esto es como «dar y recibir». Hacer el bien al hombre a pesar del daño que les haya causado a ustedes es más noble. Para un servidor Sai dar, sólo dar, debe ser la consigna. Aun si no obtienen nada a cambio, deben continuar dando y dando.

Alguien podría censurarlo, pero deben hacer caso omiso de toda censura y seguir adelante ofreciendo servicio sin ningún rencor. Sólo servir es su deber.

El Universo y el hombre son una manifestación de Dios. Estos tres son como Brahma, Vishnú y Maheshwara, la Trinidad; sin embargo, en realidad no existen tres, sólo uno, la Divinidad unificada. Abrigar este pensamiento de unidad y servir a la sociedad es la verdadera vida adhyátmica, espiritual. No es suficiente tomar un japamala (rosario) y hacer japa (repetición del Nombre del Señor) en la mañana, durante el tiempo de Brahmamuhurta, al mediodía y en la tarde. Las 24 horas del día deben transcurrir recordando a Dios, todo el tiempo deben anhelar despertar el espíritu dentro de ustedes y su florecimiento. Éste es el verdadero propósito de la vida.

La verdadera educación sólo es la que desarrolla el conocimiento del Alma. La educación de hoy en día está orientada únicamente a la obtención de dinero.

Para alimentar un pequeño estómago, ¿deben aprender un sinfín de cosas? Existe conocimiento en música, en artes, ciencias, etcétera; pero todo palidece
y se vuelve insignificante ante la luz del conocimiento del espíritu. Todas las otras ramas del conocimiento son como riachuelos. Así como todos los ríos fluyen al océano, todo tipo de educación encontrará su verdadero propósito cuando conduzca y termine en el conocimiento espiritual y en la sabiduría.

¡Encarnaciones del Amorl: Todos los días, sin importar el trabajo que realicen, háganlo en el nombre de Dios y vuelvan su vida sagrada. No crean que la vida mundana y la espiritual son distintas, no establezcan y afirmen que la vida espiritual es azúcar y la vida mundana sabe a agua insípida. Remuevan el agua que contiene el vaso para que el azúcar que yace en el fondo se disuelva bien; después beban y disfruten la dulce mezcla. De manera similar la vida mundana debe estar armoniosamente mezclada con la vida espiritual.

Dharmakshetra