Discursos dados por Sai Baba – 38. 26/09/65 Sano o enfermo

Discursos dados por Sai Baba

{SB 05} (58 discursos 1965)

38. 26/09/65 Sano o enfermo

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 9 )

Sano o enfermo

26 de Setiembre de 1965

Prashanti Nilayam

Dásara

El Arogya Nilayam (hospital), cuyo aniversario estamos celebrando hoy, se vuelve superfluo si el Prashanti Nilayam o Morada de la Paz Suprema es utilizado eficientemente por ustedes, pues si la mente está inmersa en la felicidad, el cuerpo no sufre de enfermedad alguna. El cuerpo es el vehículo que deben usar para alcanzar el estado de bienaventuranza, y por eso debe ser mantenido fuerte y sano para este alto propósito. Es un instrumento para la práctica espiritual que ha sido ganado por el mérito de nacimientos anteriores. A cada momento marcha hacia su diso lución, y por eso el tiempo no debe desperdiciarse en búsquedas vanas.

Incluso es mejor pensar que el cuerpo es malo y bajo que elevarlo al nivel de ser el todo y el fin de la vida. Trátenlo como una herida que debe ser cubierta de vendajes (la ropa), tratada con medicinas (el alimento) y lavada (la bebida) y entonces, con este simple método podrán liberarse de este excesivo apego.

Podrán sentir un verdadero impulso e inspiración para servir a los demás sólo cuando se liberen de la identificación con el cuerpo.

Cuando el hombre sufre de un agudo dolor de estómago, lloran sus ojos. ¿Por qué? Porque los varios órganos –ojos, estómago– forman todos parte del mismo cuerpo. Así también, cuando un hombre sufre, los ojos de ustedes deben derramar lágrimas y ustedes sentir el impulso de aliviar su sufrimiento. Esto sucederá si saben que ustedes y él son los miembros del mismo cuerpo divino. La idea de separación y diferencia surge debido a la ignorancia de la verdad.

Cuando la gente se enoja, hace rechinar sus dientes pero se cuida de no morderse la lengua, pues la lengua es suya, y si por casualidad se la muerden, no se sacarán los dientes, pues los dientes también son suyos. Así también, el enfermo, el pobre, el afligido, el analfabeto, el malvado, todos son miembros del mismo cuerpo, del cual nosotros también somos parte. La misma corriente lo activa todo.

Comprender esto y fundirnos en esa unidad es el propósito de esta vida en el cuerpo humano.

Para esta consumación, deben ser escrupulosamente eliminadas las semillas del apego a los objetos de los sentidos (vishayavasanas).

Un campo puede lucir desierto y muerto, pero el primer aguacero lo convertirá en una verde alfombra; las semillas que hay en el subsuelo brotarán con el toque de la humedad. Así también, al primer contacto con la tentación, el apego a los objetos brota e impide el crecimiento de la práctica espiritual.

Visualizar al Señor como residente en todos y responsable de todo (pues él es el director mismo del drama) es la señal de la devoción.

Hubo una vez un devoto que organizó en su casa un programa de una semana de lecturas y explicaciones del Bhagavad Gita. Todos le agradecieron este buen servicio y lo felicitaron por su devoción. El segundo día, una vaca murió en el establo, y el hombre detuvo el programa porque sintió que la vaca había muerto como consecuencia del novedoso programa que él había arreglado.

Veamos ahora, ¿qué relación puede haber entre la muerte de la vaca y la devoción del hombre? El devoto debe estar libre de deseos mundanos, de la ansiedad por preservar ganado y riquezas por medio de su devoción. La devoción es la entrega a la voluntad de Dios, la aceptación de lo que suceda a pesar de la plena utilización de las facultades con las cuales el hombre ha sido dotado.

Un devoto que adoraba al Señor en la forma de Shiva se encontró un día con uno que reverenciaba la forma de Vishnú, e iniciaron una conversación. El devoto de Vishnú se quejaba de que los de su lado perdían misteriosamente sus propiedades, dinero, ganado, tierras y casa por alguna razón desconocida, pero, en cambio los devotos de Shiva estaban aumentando sus riquezas, su ganado se multi plicaba, sus tierras prosperaban rápidamente. Por su parte, ¡el devoto de Shiva se quejó de que su dios no les estaba otorgando el mismo don a sus devotos! Aquellos que pierden sus propiedades estarán libres de la molestia de los parientes, pueden correr hacia Dios en busca de socorro sin impedimento; no tienen que llevar ninguna carga. Si un indigente muere, nadie reclamará su parentes co con él, pero si deja alguna propiedad, muchos pelearán por su cuerpo y por el privilegio de llevar a cabo los últimos ritos.

El dispensador del don sabe su uso y sus beneficios. Ustedes no deben juzgarlo, pues su visión es de corto alcance, mientras que él conoce el pasado, el presente y el futuro.

El sadhana debe ser hecho sinceramente, con pleno sentido de responsabilidad; no debe ser reducido a una mera rutina vacía.

Hubo una vez un joven brahmín que regresó del exterior después de pasar varios años estudiando allí; su padre había insistido en que debía repetir el sagrado mantra Gayatri 108 veces, mañana y noche, cada día, como solía hacer antes de que subiera al avión para ir a Occidente. Pero ahora ese sadhana se había vuelto un ritual hueco para él; su visión se había ido nublando a medida que sus conocimientos iban aumentando. Así, para satisfacer a su anciano padre decía el Gayatri una vez ¡y luego repetía ídem, ídem, ídem ciento ocho veces! No pueden salvarse con trucos; el esfuerzo espiritual es un proceso arduo.

O bien, la realidad puede ser captada en un relámpago de iluminación, como le sucedió al emperador Janaka. Una noche, Janaka estaba en su salón de audiencias, rodeado de sus cortesanos y un coro de mujeres que cantaban dulces melodías, todo lo cual disfrutaba tanto que se durmió sentado en el trono. Nadie se atrevió a despertarlo; todos salieron para que su charla y movimientos no lo perturbaran. Quedó solo con un sirviente y la reina.

Cerca de la medianoche, gritó lastimeramente y su mismo gemido lo despertó. Su reina corrió hacia él; el emperador le preguntó:

«¿Es real esto o aquello?». Ella no pudo encontrar respuesta a esta pregunta, pues ¿cómo podía saber qué era “aquello” y qué era “esto”? El em perador le preguntó a cada uno lo mismo; de hecho, no decía ninguna otra palabra. Esa pregunta estaba continuamente en sus labios. Se difundió la noticia de que Janaka se había vuelto loco y por doquier la gente se apesadumbró. Un sabio que oyó esto fue al palacio y lo llevaron ante la presencia real. Él le aseguró a Janaka que contestaría a su pregunta, siempre que le dijera qué había visto en su sueño mientras dormía en el trono y por qué había gritado así. Janaka había soñado que los reyes rivales unían sus fuerzas, invadían su reino y capturaban su capital y que, para salvarse de ellos, había huido a la selva. Huyendo de sus enemigos, no probó alimento durante varios días. Estaba demasiado exhausto para mo verse, pero el hambre lo obligaba a seguir. Al llegar cerca de una aldea vio a un hombre lavando su plato después de haber comido y le gritó pidiéndole las sobras. El hombre le dio un pequeño bocado, pero por mala suerte, en ese momento voló una corneja y se lo arrebató. Ésa fue la razón por la cual gritó acongojado.

Fue por esto que él preguntó: ¿Es aquello real, o esto? El hambre era tan real como el trono; el gobernar sobre el reino era tan real como su pérdida en el sueño. El sabio le dijo: «Aquello es irreal; esto también es irreal. Aquello fue un sueño (swapna); esto es vigilia (jagrat), ambos son mithya (no falsos, porque son relativa mente reales, pues, aunque no son absolutamente reales, tienen una realidad temporal, una realidad que es negada por la subsiguiente investigación y experiencia). Pero tú soñaste, te despertaste, gritas te y preguntaste, por lo tanto, tú existías durante ambos estados; de modo que sólo tú eres real. El “yo” que persist
e en los tres estados –vigilia, ensueño y sueño profundo–, ese “yo” es la única realidad; es el “yo” que aparece como todo este universo manifestado».

En la verdad (sathya) no hay verdad aparente (mithya); pero en el mundo de la verdad aparente deben buscar la verdad y experimentarla.

Pueden hacerlo si libran su mente de todas las modificaciones y cambios. Dejen que sea transformada de su actual confusión en algo como el cielo, que no tiene ninguna marca aunque millones de pájaros y miles de aeroplanos vuelan por él. Sean inafectables, inalterables, desapegados. Ésa es la práctica espiritual que les revelará la Realidad.

Este sadhana les asegurará ecuanimidad tanto física como men tal. Cuando oí el informe que se acaba de leer, no me sentí feliz.

Se dijo que el año pasado el número de pacientes externos tratados fue de 22.000 pero que este año había aumentado a 23.000.

Las enfermedades son causadas no tanto por la comida que la gente ingiere o las condiciones en las cuales vive, sino por su debilidad mental y sus actitudes, prejuicios y predilecciones. Los deseos, las de cepciones, la desesperación, éstos también causan enfermedades. Para muchas enfermedades, el llenar la mente con el pensamiento de Dios es la medicina. Para el resto, la dieta, el descanso, los pa satiempos y actividades regulados son curas efectivas.

Los Shastras enseñaban este régimen y las actitudes mentales apropiadas, y sus enseñanzas son invaluables en los tiempos actuales.

Denle al cuerpo la atención que merece, pero no más. Los hay que aconsejan que deben despreciarlo, pero esto no es bueno.

Atiéndanlo como un instrumento; úsenlo como un barco, una balsa.

El desprecio no es una actitud que se deba tener ante nada en la creación. Todo es obra de Dios, un ejemplo de su gloria, de su ma jestad. Consideren a la corneja, por ejemplo. No les agrada su graznido, pero, ¿qué es lo que dice? Dice: “Kaav, kaav”. Kaav en télugu significa: “Salva, protege”. Les está recordando que deben orarle a Dios, está orando así todo el tiempo. ¡Qué lección tan grande nos enseña! Ustedes conocen la historia, en el Ramayana, de la corneja que se burló de Sita y provocó la ira de Rama y que voló aterrorizada por el mundo entero para escapar de su flecha, y finalmente cayó ante ambos, Rama y Sita, en total rendición (kaav) y fue salvada por ellos. La historia dice que su ojo sufrió la ira de Rama pero se le otorgó suficiente compensación. Rama y Sita la acariciaron y la bendijeron, perdonándola por su insolencia. El becerro también, cuando muge: “¡Amba, amba!”, está llamando a la Jagadamba, la Madre del Universo, a la vez que a su propia madre.

Reciban la inspiración desde cualquier parte que venga, para su propio mejoramiento.

Mientras cultiven la actitud de que son el cuerpo, éste les exigirá más comida, más variada, y mayor atención a su apariencia y más comodidades. Una gran porción del alimento que se consume ac tualmente es superflua; el hombre puede vivir con mucho menos.

Una gran parte del esfuerzo y del gasto que se hacen ahora para satisfacer al paladar y la pompa social puede ser evitada y con ello la salud también mejorará. La moderación en el alimento produce una mejor salud. Los golosos sólo revelan su cualidad tamásica.

Coman para vivir, no crean que viven para comer.

Otro método para evitar la enfermedad es el de reducir la preocupación mental. Ahora veo que la gente aumenta sus preocupaciones acerca de cosas que no comprende ni puede corregir o reformar.

La radio, el periódico y otros medios de comunicación causan mucho temor y descontento. Al aumentar la preocupa ción y la ansiedad la mente se debilita. Los padres hablan de sus aflicciones delante de sus hijos y, así, ellos también empiezan a preocuparse.

Un día, un niño de seis años vino a verme llorando porque su padre estaba endeudado y era perseguido por sus acreedores.

Seguro que su padre se lamentó delante del niño: «¡Ay, pobre de ti!, ¿cómo voy a alimentarte y vestirte y a pagar tu colegio y comprarte tus libros? Estoy hundido en deudas». El niño dijo que aun en el salón de clase estaba preocupado por su padre y sus deudas. No deben permitir que sus hijos se enteren de estas cosas. El temor y la ansiedad dañarán sus tiernas mentes y su salud también se verá afectada.

El temor es la mayor causa de enfermedad. Cuando tienen un leve aumento de temperatura, empiezan a imaginar que es el comienzo de una gran fiebre. Dicen que alguien que conocieron también tuvo un síntoma parecido que luego se volvió muy serio y se complicó, y así, se vuelven más propensos a la enfermedad que antes. Piensen más bien en los casos en que se pudo prevenir o superar la fiebre; piensen en la gracia del Señor que cura y salva.

Decídanse a estar libres de toda enfermedad en el momento en que confíen en su gracia. Transfieran a Dios la fe que tienen en los medicamentos; pongan su confianza no en la medicina sino en Madhava. Me asombra el número de personas que recurren a las tabletas y a los tónicos. Recurran a la oración, a la repetición del nombre divino y a la meditación. Éstas son las vitaminas que necesitan; las que los curarán. No hay tableta que sea tan eficaz como el nombre de Rama. Yo les doy vibhuti y éste los cura. Pero de pronto están dudando, como el hombre que tuvo que dejar sus zapatos fuera del templo; estaba de pie delante del altar con las manos juntas, murmurando una plegaria, pero su mente estaba llena de ansiedad por los zapatos que había dejado afuera. El hospital es para aquellos que tienen fe en las medicinas y en los médicos.

Pero, ¿qué pueden ellos hacer sin la gracia de Dios? Un día vendrá, con toda seguridad, cuando el hospital será innecesario, pues todos estarán sanos y fuertes siguiendo la vía del sadhana, de ananda, hacia la paz y la felicidad.

Prashanti Nilayam, Dásara, 26-IX-65