Discursos dados por Sai Baba​ – 06. ??/04/81 Rama, el ideal

Discursos dados por Sai Baba

{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)

06. ??/04/81 Rama, el ideal

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 17 )

Rama, el ideal

Abril de 1981

LA HUMANIDAD HA PROGRESADO mucho en la explotación de los recursos naturales para mejorar el nivel de vida, pero ni el individuo ni la sociedad han aprendido el camino de la paz interna y de la dicha. La envidia y la codicia han corrompido las relaciones entre los países y entre las personas, y han eliminado la conciencia de la unidad que subyace en toda la creación. La principal causa de esta calamitosa situación es el egoísmo; cada uno trata de tomar para sí aquello que aumente su poder y comodidad. El ego está reduciendo al nivel de un títere a todos ellos. Las palabras y acciones de los hombres reflejan esta tendencia egoísta. Cada actitud está determinada sólo por los deseos del yo personal: Todo tiende en esta dirección.

Para. restaurar la paz en el individuo y en la sociedad, la mente, donde nacen los deseos y se toman las decisiones, tiene que ser librada del apego al yo. La mente tiene deseos de manera natural; cuando los deseos están dirigidos por el ego, se desperdician tiempo y esfuerzo; el deber se descuida y se canalizan indebidamente las habilidades del hombre. Y todo esto acontece mientras la vida se acorta día tras día. Cada segundo que transcurre, la vida se escapa, como el agua en un colador. Sin embargo, el hombre no está consciente de la tragedia que es inminente en cada momento.

¡Encarnaciones del Alma Universal!: El hombre posee la capacidad para llegar a forjar una personalidad pura y divina, mas debido a la ignorancia y el desvarío, él se ha atrofiado; se ha encadenado en bajos ideales que lo han llevado al miedo y la aflicción. Las Upanishads exhortan al hombre a despertar y a volverse dueño de sí mismo. El hombre está sojuzgado por el sueño de la ignorancia. Los mayores, que saben de la herencia preciosa que está perdiendo, deben despertarlo e instruirlo. El sueño es causado por el apego al cónyuge, a los hijos, a la riqueza. Por supuesto que una persona debe poseer lo suficiente para vivir con decoro, pero la riqueza acumulada más allá de niveles razonables, intoxica al yo y alimenta deseos malsanos y hábitos deleznables. La riqueza debe servir para actividades beneficiosas; para promover una vida recta y para cumplir nuestros deberes con la sociedad.

La India ha sido muy afortunada, puesto que en ella han surgido profetas y sabios a lo largo de centurias, los cuales han enarbolado el valor de los altos ideales; ha sido testigo del ejemplo de avatares divinos. Todo el tiempo, el Alma ha sido el tema clave, puesto que es el núcleo de cada ser y confiere valor, contento, paz y armonía. Suele acontecer, y es patético, ver a la gente siguiendo los desvaríos de la mente y cortejando al desastre, en vez de usar el intelecto para discernir mejor entre lo transitorio y lo permanente.

La mente debe ser controlada por el intelecto; de otro modo, las actitudes perversas sólo ocasionarán penalidades y sufrimientos. Realicen buenas acciones y cosechen alegría. Por supuesto, si pueden desistir de los deseos y de la tendencia a satisfacerlos, tendrán paz inalterable. Si a la mente se le deja libre y se le permite que ejerza dominio, el hombre será conducido de una iniquidad a otra. Pierde la dignidad; viola la ley y las normas de conducta tanto individuales como sociales. Su vida se vuelve un frenético ir y venir de un lugar a otro, y de un objeto a otro.

Sólo el desapego puede otorgar felicidad; la renuncia es el verdadero yoga. Antes de que el hombre pueda elevarse hasta su verdadero ser, tiene que renunciar a tres cualidades malignas: la ira que ahoga a la sabiduría, la concupiscencia que corrompe las acciones y la codicia, que destruye nuestro amor a Dios y al hombre. La piedra de toque que determina si un acto es meritorio es la «renunciación»; si un acto se ejecuta para el beneficio personal, si propicia el incremento del ego, es un pecado. Existen cuatro tipos de personas: las que confiesan sus faltas y enaltecen las virtudes de otros son las personas rectas; las que alaban sus propias virtudes, así como las de los demás, están en término medio; las que hablan de sus propias virtudes y denigran las faltas de otras son personas malas; y aquéllas que exhiben sus propias faltas como si fuesen virtudes, denigran lo bueno de los demás y lo señalan como faltas, son las peores; el último tipo abunda hoy en día.

Lo que la India necesita actualmente no ep un nuevo credo, ni un nuevo ismo, ni una nueva sociedad ni un nuevo ideal, sino hombres y mujeres que adoren y fomenten sentimientos y motivos puros, personas que renuncien a la ira, a la lujuria y a la codicia.

La historia de Rama encarna este mensaje vital. Es la esencia de los Vedas, un verdadero océano de leche. Valmiki llamó kanda a cada sección de la epopeya, un nombre que significa un canuto de caña de azúcar. No importa cuán torcida pueda estar una caña de azúcar, cada pedazo es tan dulce como los demás. De manera similar, sin importar la situación descrita o la acción narrada, en la coronación o el exilio, en la victoria o en la derrota, en el heroísmo o en el desaliento, en el amor o en el odio, en la alegría o la pena, la epopeya es igualmente dulce y encantadora. Existen dos corrientes emocionales predominantes en la historia de Rama: la corriente de compasión como Rama, y la corriente de amor como Lakshmana. La fusión de las dos evoca la bienaventuranza. La bienaventuranza es la verdadera naturaleza de Rama. Él es Bhagavan mismo, aunque Valmiki no lo ha declarado así explícitamente en ninguna parte. Él se refiere a Rama como «igual en valor a Vishnú», pero no como Vishnú mismo. Sólo mediante las bocas de los propios hijos de Rama se revela el misterio. Bhagavan significa: Sha (refulgencia), ga (manifestación) vaan (el que es capaz). El que tiene el poder de manifestar refulgencia, el Alma Jyoti, la Luz Divina. Él también es el causante de que este Universo haya emergido y el que está dedicado a sostenerlo. Todos los que adoran a Rama como el que manifiesta y protege al Universo y proyecta la refulgencia y la inteligencia cósmica, tienen el derecho de ser conocidos como devotos.

Pero hoy en día, la mayoría de los buscadores sólo son devotos de medio tiempo; no son siempre yoginah (en unión con el Señor). ¡Son yoguis en la mañana, bhogis (licenciosos) al mediodía y roguis (enfermos) en la noche!

Rama ilumina a cada buscador en el campo espiritual, pues puso en práctica diaria todo lo que juzgó correcto. Así, él establece la norma para cada miembro de la familia, de la sociedad, de la nación y de la raza humana. Él aceptó el exilio para sostener el alto ideal de la obediencia a la palabra del padre y sometió a prueba a su esposa para demostrar su virtud, estableciendo el ideal de un gobernante que responde a los sentimientos de sus súbditos. La primera acción establece el deber de respetar la orden del padre y la segunda el deber real de respetar los deseos de los súbditos. La raíz es la palabra del padre, el fruto es moksha, la liberación. Porque la liberación es la última meta, el inevitable destino. El capullo tiene como inevitable meta, a través de la flor que brota y de la fruta madura, convertirse finalmente en la dulce y madura fruta. Estas tres etapas son sucesivas. Ésta es la razón por la cual los Vedas establecen el karma (el capullo), que se vuelve upasana (la flor) y jñana (la fruta) en kandas (porciones). Rama ilustró en su propia vida este proceso de evolución sostenida del alma hasta la conciencia de sí.

Rama fue la encarnación de la firme adherencia a sathya y dharma (verdad y deber). Sólo aquéllos que están saturados de devoción a Rama pueden sumergirse en tal gloria. Él es el gran ideal sobre el cual meditar. Haciendo esto pueden asimilar y desarrollar sus virtudes, lenta y silenciosamente. Un árbol crece en silencio durante años antes de dar sus frutos; no los produce allí mismo o en un instante. El cocoter
o y el mango dan sus frutos en abundancia, los cuales son muy nutritivos; existen plantas que dan pocos frutos rápidamente y mueren poco después. La fama de las personalidades divinas aumenta con cada palabra que pronuncian y cada acción que emprenden. La gloria de Rama brilla aún después de todas esas centurias; brillará con igual luz durante los siglos venideros. Rama significa «el que agrada», y nada agrada más al hombre que su Alma, la cual es eterna e imperecedera fuente de alegría. Ustedes deben preferir la conciencia del Alma y la bienaventuranza que confiere esta conciencia, a cualquier otra alegría ínfima y fugaz. Las Upanishads señalan: «Sólo por la renunciación se puede obtener la bienaventuranza de la inmortalidad.»

Salón del Jubileo de Oro Lal Bagh,

Bangalore