Discursos dados por Sai Baba – 02. 14/01/65 El Sol en Tú puerta

Discursos dados por Sai Baba

{SB 05} (58 discursos 1965)

02. 14/01/65 El Sol en Tú puerta

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 04 cap. 39 )

El sol en la puerta de tu casa

14 de Enero de 1965

Prashanti Nilayam

UN HOMBRE, muy afligido, clamaba por un boleto en la taquilla de la estación de ferrocarril, pero el empleado no podía ayudarlo porque el hombre no sabía adónde quería ir. Estaba ansioso únicamente de irse lejos; estaba harto del lugar. Todos los hombres, tarde O temprano, se comportan así; aunque vivan cien años, no tienen deseo de continuar porque encuentran que todos sus familiares y amigos, los más íntimos y cercanos, han ido cayendo a lo largo del camino y la muerte los ha ido dejando solos. Nadie es feliz si está sumergido en la vida mundana. El hombre es sacudido de aqui para allá por las olas de la alegría y del dolor, es golpeado por la fortuna, buena o mala; así como la maldad a su alrededor afecta su tranquilidad, la ansiedad le quita el sueño y el reposo. Es como si uno intentara dormir en una cama infestada de insectos. A esto se debe que e1 hombre trate de escapar de todo esto yéndose hacia algún lugar; aunque no está seguro hacia cuál ni adónde.

El gurú puede indicarles adónde ir o el lugar que buscar; pero él no puede hacer que ustedes lo alcancen. Ustedes tienen que recorrer el camino por sí mismos. El maestro puede tomar clases especiales y dar instrucción especial, pero el aprendizaje tiene que cumplirlo el propio discípulo. Hay dos clases de logros; aprapta y prapta. La adquisición de algo que no tenían es aprapta, como cuando no tienen un micrófono y van y compran o alquilan uno. Prapta es volverse concientes de algo que tenían pero que imaginaban no tener. Un amigo viene y les pide prestadas diez rupias; ustedes sienten no poder ayudarlo por carecer del dinero. Una hora más tarde, al sentarse y abrir las páginas del Gita, descubren un billete de diez rupias que habían colocado y olvidado entre las páginas del libro hace mucho tiempo. ;Qué felices se sienten con el hallazgo! Las diez rupias son tan buenas como si acabaran de ganarlas. Así, el gurú les pide que busquen en las páginas del libro de su corazón y, miren, el tesoro está allí, listo para hacerlos ricos más allá de toda imaginación. Krishna no eliminó el engaño de Arjuna en un santiamén, por medio de su voluntad divina (sankalpa), como indudablemente habría podido hacer; él hizo que Arjuna pasara por todas las etapas del escuchar (sravana), del reflexionar (manana), y de la meditación profunda (nídídhyasana). El paciente es quien tiene que tomar la medicina, no el doctor; pues éste sólo prescribe y persuade. Debo añadir algo más: el discípulo aspirante (sishya) debe tener ya un vislumbre o indicio de la verdad o, de lo contrario, no puede aprender el secreto. El telegrama se envía en clave Morse; así, tanto el hombre, que lo transmite como el que lo recibe deben tener conocimiento del código. El doctor habló de la gente que viene a mí con varios objetivos; sí, pero cuando algunos de ellos no obtienen exactamente lo que quieren me culpan a mí y no a sí mismos por querer cosas que no conducen a su progreso o porque no merecen que yo se las otorgue. ¿Por qué culpar al sol que no ilumina sus casas? Abran la puerta y el sol, que ha estado esperando ante ella por esa oportunidad, inundará de luz su habitación. Deben usar la inteligencia para merecer la gracia de Dios. Éste es el propósito del esfuerzo humano (purushakara). El discípulo lavó las ropas del gurú y las colgó a secar en una cuerda en la ermita. El gurú quería que se secaran rápido pero el discípulo no pudo evitar el retraso. Las había colgado dobladas en cuatro; su propio esfuerzo le debería haber inspirado a colgarlas extendidas para que se secaran más rápido. Del mismo modo, deben usar la inteligencia en el campo espiritual y continuar el sadhana sin dejarse desviar. Después de todo, el camino más rápido para secar la ropa, la mejor forma de preparar un plato suculento, son, habilidades secundarias; la habilidad principal es la que supera las tentaciones de los sentidos, que viaja hacia adentro a la región de los impulsos y les da un propósito más elevado.

La repetición del nombre (mamasmarana) es el mejor detergente para la mente. Es el medio para cruzar el océano. El nombre eliminará el velo de la ilusión (maya) que ahora esconde lo universal (shakti) de lo individual (vyakti). Cuando ese velo se desvanece, el hombre se encuentra ante si mismo y contempla el universo que él es. El hombre tiene infinitos poderes y potencialidades, porque es una ola del océano de la infinitud. Podrían tomar conciencia de esto sólo si se atrevieran a razonarlo un poco. La fruta no caerá si susurran mantras debajo del árbol de mango; tienen que tomar un palo grueso y arrojarlo a los frutos. Usen el palo de la inteligencia y arrójenlo al problema de lo que son «ustedes mismos y el mundo», esto les dará su fruto.

Por eso insisto en que busquen y permanezcan en buena compañía (satsang). Estando en medio de tales héroes espirituales pueden luchar contra la maldad con mayor probabilidad de éxito. Una vez que Garuda, el enemigo jurado de las serpientes, fue a Kailasha, vio las serpientes que Shiva llevaba alrededor de su cuello, sus brazos, su cintura y sus pies; entonces las serpientes se sentían seguras y silbaban con sus capuchas al pájaro celestial que no podía hacerles ningún daño ya que estaban en tal compañía divina. Garuda les dijo: «¡Bien, deslicense de ese cuerpo y verán como las matarê a cada una de ustedes!» Ésa es la valía del satsanga para el aspirante espiritual. También para el sidha, que ha obtenido el éxito, el satsanga es valioso porque es como mantener una vasija con agua adentro de un tanque de agua; no habrá pérdida por evaporación; Si el yogui vive en medio de hombres mundanos, las probabilidades de que el yoga se evapore en cosas mundanas (bhoga) son muy grandes. El satsanga es como el freno y las riendas para el corcel desbocado o la represa y los canales para la rugiente inundación. El valor de los lugares sagrados, de los tírthas o tanques sagrados, etcétera, consiste justamente en esto: los espíritus afines se congregan allí y contribuyen a profundizar el anhelo espiritual. Pueden obtener muchos consejos dulces y alentadores en esos lugares y reforzar su fe y devoción. Si en cualquier lugar donde se encuentren no hallan tal atmósfera, evitenlo y sigan adelante hasta que la hayan obtenido.

Deben tener cuidado. con el alimento que toman, porque la comida y el sexo son los dos grandes enemigos del hombre; el ansia por éstos los conducirá a la perdíción. Desistan de complacer la lengua y su gula; no sean víctimas de la lujuria o del gusto. Tomen alimentos sátvicos en compañías sátvicas. Sean moderados con el alimento y conserven los sentidos bajo estricto control.

También pongan atención al número y magnitud de sus deseos; disciernan y descarten los apegos y logros superfluos. Un fakir es uno que no tiene fíkr, es decir, preocupaciones. ¿CuáI es la raíz de las preocupaciones? Los deseos, y los esfuerzos por satisfacerlos y el temor de no lograrlos en el grado deseado. Limiten sus deseos y reducirán sus preocupaciones. Se congregan aquí en la terraza del Nílayam esperando conseguir una entrevista personal conmigo, llevando consigo una pesada carga de deseos en su corazón que desean que yo les satisfaga. ¿Para qué cargar todos esos deseos? Carguen uno solo, el deseo de lograr la gracia de Dios; él les otorgará lo que es mejor para ustedes. Déjenle a él todo lo demás. Había una vez un nieto que se sentó en las rodillas de su abuelo y le hizo la siguiente y pregunta: «Abuelo, ¿tú me amas?», y el anciano contestó inmediatamente: «Te amo»; el niño preguntó de nuevo: «¿Amas a Dios?», a lo que el anciano dijo: «Sí». El niño contestó: «Si me amas, no puedes amar a Dios al mismo tiempo ni en igual medida». Esto es verdad. Tienen que escoger. Si aman a la naturaleza O prakríti tienen que ignor
ar a Dios; Si aman a Dios, se darán cuenta que prakríti no es otra cosa que el ropaje de Dios.

Hagan servicio (karma), pero no esperen el fruto. No se quejen de que no obtuvieron reconocimiento público por las donaciones que hicieron a alguna sociedad. Los frutos, buenos o malos, tienen que consumirlos ustedes mismos; así que el mejor medio de liberarse de las consecuencias es ignorar el fruto y hacer el servicio sólo por amor al servicio. Si actúan así no estarán agobiados ni por el mérito ni por el demérito. Si ansían la ganancia, deben estar preparados para aceptar la pérdida también. Sí construyen un pozo en el lugar donde se cruzan cuatro caminos esperando hacer méritos por saciar la sed de los hombres y del ganado, no podrán evitar la culpa que se les achacará cuando alguien caiga en él y se ahogue. Si abanican a una persona por amor pueden irse cuando deseen hacerlo; pero alguíen que acepta un pago por ello tiene que continuar, le guste o no. Renuncien al deseo por la remuneración y serán libres; acéptenla y pídanla y estarán atados. Éste es el secreto de la renuncíación al fruto de la acción (karmapala-tyaga).

Sobre todo convênzanse de que la vida es tan irreal como un sueño; no se apeguen a ella más allá de los límites razonables. Un hombre renunció repentinamente a su hogar y a su casa y se fue de la aldea porque era demasiado pobre para sostener a su esposa y a sus hijos. Después de su partida, las condiciones empeoraron aún más y la pobre mujer tuvo que presenciar la muerte de su pequeño hijo a causa del hambre. Al día siguiente, cuando el esposo regresó y la esposa le informó de la triste noticia, él le dijo: «Mujer, anoche dormî en una posada y tuve un sueño. Yo era un hombre muy rico con una buena casa y una familia feliz de seis niños bien nutridos; tenía buenos muebles y sillas para mecerse en el jardín, y muchos sirvientes a quienes dar órdenes. Cuando desperté, los perdí a todos. ¿Por quién debo llorar ahora, por los seis niños que perdí en la mañana o por el niño que perdí ayer? Esos seis niños nunca volverán a jugar; el otro tampoco puede correr por ahí. Cuando yo soñaba, el niño no existía; cuando desperté, los otros seis tampoco existían ya. Lo que existe es sólo el que percibe, tanto en el sueño como en el estado de vigilia, el yo”.

Conozcan a ese yo; sepan que ese yo es lo mismo que Dios. Pueden conocerlo sólo mediante una intensa práctica espiritual, una práctica que no esté contaminada con la ira, la envidia, la codicia: vicios que brotan del ego. Cuando sienten ira actúan como si estuviesen poseídos por un espíritu maligno; su cara se vuelve fea y terrible. De hecho, igual al foquito rojo que titila cuando se aproxima el peligro, los ojos y la cara se ponen rojos como una señal de advertencia. Atiendan esa señal y vayan a un lugar quieto y solitario; no den rienda suelta a un vocabulario soez. La envidia y la codicia también emanan dei ego y tienen que ser vigiladas y controladas cuidadosamente. El ego caerá, como la cola del renacuajo, cuando aumente su sabiduría. La cola debe caer por sí sola; si se cortara, el pobre renacuajo moriría. Así que no se preocupen por el ego; crezcan en sabiduria y discernimiento, conozcan la naturaleza efímera de todas las cosas objetivas y, entonces, la cola ya no será visible.

Mañana hablaré de nuevo. Así que ahora les permitiré irse a tomar su alimento. Han estado aquí largas horas; generalmente los exhorto a que tengan buen cuidado del cuerpo porque es el instrumento para obtener la visión del Señor y, por tanto, no debo yo mismo animarlos a ir en contra de este consejo.