Discursos dados por Sai Baba – 10. 23/03/66 Escapen del enmarañamiento

Discursos dados por Sai Baba

{SB 06} (28 de 45 discursos 1966)

10. 23/03/66 Escapen del enmarañamiento

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 35 )

Escapen del enmarañamiento

23 de Marzo de 1966

Estadio Sardar Patel, Bombay

Año Nuevo Tamil y Télugu (Ugadi)

Éste es un día sagrado que deben pasar inmersos en pensamientos y acciones sagrados y no en baratos y debilitantes placeres sensuales y pasatiempos, como ir a fiestas o al cine. Claro está, la gente en su ignorancia recurre a estas huecas diversiones, movida por el impulso innato e inescapable de buscar la felicidad. La felicidad de dentro busca la felicidad afuera, pero la felicidad pu ra y sin mácula puede obtenerse solamente a través de la satis facción de deseos más altos y sublimes como el anhelo por la li beración, por expandirse hasta el límite máximo, por escapar de la esclavitud, por alcanzar lo Último y lo Universal.

Cada uno de estos festivales ha sido diseñado por los sabios como un paso en el progreso del hombre hacia esa meta. Sin embargo, estamos dejando pasar los días de Año Nuevo sin tener conciencia de su significado, año tras año se desperdicia en este es fuerzo mal dirigido por lograr la felicidad y en la consecuente miseria y desesperación.

¡Reflexionen solamente! El segundo es la unidad básica del tiempo, que medimos en lo que designamos como año. Sesenta de ellos hacen un minuto; sesenta de éstos forman una hora; veinticuatro horas constituyen un día; treinta días hacen un mes; ¡doce meses pasan y decimos que ha pasado un año! Cuando los doce meses han terminado y volvemos al primer mes, lo llamamos Día de Año Nuevo, y nos vamos de parranda para señalar la ocasión.

Hablando realmente, nada nuevo ha sucedido hoy. No es el año lo que es nuevo; es el segundo que sigue a este presente segundo el que es realmente nuevo. No esperen para la celebración de algo nuevo en el tiempo hasta que los minutos, las horas, los días y los meses sumen un año. Celebren el segundo inmediatamente siguiente haciendo un esfuerzo honesto por obtener alegría duradera.

No hay mal en tratar de obtener alegría o felicidad. Son sólo los medios los que hacen que carezca de valor y sea fútil. De hecho, es para llenarse de felicidad que el hombre viene a este mundo equipado de mente, inteligencia, memoria, habla, valor y conciencia. Sólo el hombre tiene la oportunidad y capacidad entre todos los seres vivientes; pero ha olvidado su propósito y está errando en la selva, arrastrándose detrás de los triviales placeres que él considera honrosos y benéficos.

La determinación del hombre por adquirir felicidad y paz no debe titilar como la llama de una lámpara colocada en una ventana abierta. Él debe aprender cómo adquirirlas en las escrituras compuestas por los santos y sabios que ya las han ganado. Luego debe adherirse al camino, no importa lo dura que sea la crítica ni quién lo pueda condenar. La risa cínica no puede lastimar al aspirante.

¿Puede una tempestad sacudir la cadena de los Himalayas? No dejen que su fe en la meta o el camino se estremezca ante los problemas, las pruebas, los trabajos, las tareas o ante la congoja o la desesperación. No son sino nubes pasajeras, que echan som bras temporales, escondiendo por un corto tiempo la gloria del sol o de la luna. No se dejen distraer por la duda o el desaliento. Construyan la mansión de su vida sobre los cuatro firmes pilares de la rectitud (dharma), la riqueza permitida (artha), el deseo por lo bueno (kama) y la liberación (moksha), o sea las cuatro purusharthas, las metas de la vida, establecidas por los antiguos sabios, cada pilar unido fuerte y seguro el uno con el otro. No permitan que los pilares se inclinen o derrumben como ahora lo están ha ciendo muchos individuos, comunidades y hasta naciones.

Vean a Rama, el ideal vivido por Dios para ejemplo del hombre.

Rama es el dharma personificado. Rama es el ejemplo supremo de las virtudes que el hombre debe cultivar para que pueda vivir como maestro, esposo, hijo, hermano, amigo y aun como enemigo. Los tres hermanos de Rama personifican los otros tres ideales: Bharata es la personificación de la verdad, Satrughna de la paz y Lakshmana del amor. Estudien el Ramayana con el fin de absorber de él los ideales para una vida feliz, para hacer que su vida valga la pena, y serán ampliamente recompensados. Entonces podrán lla marse con razón “devotos” del Señor.

Ahora son multitudes los que reclaman el título de devoto y los correspondientes beneficios de la “devoción”. Pueden verlos transportándose a los ríos o ciudades sagrados en autobuses o en ferrocarril; pueden verlos cantando bhajans y llevando todos los signos externos de la devoción. Pero la pretensión de ser un devoto del Señor, un bhakta, un partidario de lo más alto, puede ser admitida solamente si las pasiones y emociones son puras y el carácter virtuoso.

La lengua puede pronunciar el nombre del Señor; el oído puede estar abierto cuando la gloria del Señor se está recitando; la mano puede esparcir flores sobre la imagen de Dios, pero la lengua puede no conocer o disfrutar el sabor, el oído puede no anhelar, la mano puede no ansiar. Esto sólo puede suceder cuando el corazón está consciente de la dulzura del Supremo, cuando la mente se emociona al recordar la gloria de Dios. De otro modo, el hombre es como una cuchara que se hunde en lo agrio y en lo dulce con la misma presteza e indiferencia. No rechaza ni disfruta ninguno de los sabores. El Vedanta que tales hombres leen es sólo unas pocas páginas de algo, aunque sea algo espiritual. No es un texto que sea practicado, que se vuelva parte de la conducta diaria y del carácter de la persona.

Las vidas de los personajes divinos, de los sabios y visionarios que los hombres leen, si no se toman como tónicos para mejorar la salud mental, como postes de señales para el tortuoso viaje, son meros cuentos que halagan la fantasía. El hombre sabio encuentra en ellas faros en la oscuridad. Bhishma, por ejemplo, debe ser reve renciado y aceptado como una inspiración, aún más potente que Rama, en cuanto al respeto al padre se refiere. Con el fin de halagar los anhelos carnales de su senil padre, anhelos que de ordinario habría condenado, se negó a sí mismo, feliz, espontáneamente, sin protesta y durante toda su vida, tanto la vida matrimonial como su condición regia. Siguió cabalmente el mandamiento védico «Adora a tu padre como a Dios».

Este código moral, el producto de siglos de persecución desinteresada del contento individual y social, ahora es lanzado a los vientos por la generación actual. Los hijos exigen una parte de la propiedad del padre, pero no reclaman una porción de su amor.

Cierran sus oídos a sus necesidades y mandatos. Los padres nos han dado este equipo físico que llamamos cuerpo, con el cual podemos alcanzar lo Absoluto, para servir a Dios en todos los se res vivientes, para glorificarlo en y a través de la belleza y de la verdad; este equipo que es esencial para liberarnos de la peor de las esclavitudes.

Por eso los hijos les deben gratitud y honra. Una caja de hierro es esencial para guardar las piedras preciosas; así también, el cuerpo es esencial para cuidar los preciosos dones de la virtud, la fe, el amor y el discernimiento. Los padres se lo dieron y por eso deben ser respetados de palabra, acción y comportamiento.

¿Cómo pueden esperar que el Padre celestial responda a sus oraciones si no responden a las exigencias del padre terrenal?

El primer paso en el dharma es la gratitud; el primer deber del hijo es respetar a los padres. Si falta el primer paso, el ascenso es imposible.

Otra irreverencia que está dañando el progreso es el cínico desprecio con el cual se le ha enseñado a la generación más joven a recibir toda referencia a Dios y a la religión. «¿Quién es este Dios?

¿Dónde se le puede encontrar? ¿Y qué hace él allí?», preguntan con burl
a. Un monje errante fue abordado por un grupo de pueblerinos.

Les pidió que le trajeran una fuente con leche. La miró durante mucho rato, la agitó con su dedo, la sacudió, en silencio todo el tiempo. Los pueblerinos le preguntaron por qué y contestó: «Estoy tratando de ubicar la mantequilla que dicen está en la leche. No veo ninguna en esta vasija llena de leche». La gente se rió ante su colosal “ignorancia”. Le dijeron que la mantequilla estaba allí, en cada gota de leche, aunque no pudiera verla con sus ojos ni sacarla con su dedo; la leche tenía que cortarse, ser batida y sacada la mantequilla, eso era todo. El monje declaró: «Así también, Dios es inmanente en el universo; él está en la más lejana estrella así como en la brizna de hierba debajo de sus pies. Pueden verlo a condición de que corten este universo con el discernimiento (viveka), lo batan con la renunciación (vairagya) y lo extraigan con la fe (sradha). En el grano de arena, así como en la más grandiosa galaxia, Dios pue de ser encontrado con prácticas espirituales asiduas (sadhana). Él es el centro de cada ser, igual que la mantequilla en cada gota de leche».

Como la luz de una lámpara, la gracia de Dios se derrama por todas partes, sobre todos aquellos que se acercan a él y que aman estar cerca de él, pero si interponen una cortina que impide que la luz llegue a ustedes, sólo podrán culparse a sí mismos si la gracia no brilla. Abran las puertas de su corazón para que el sol pueda brillar en él y desinfectarlo de los vicios que se alojan allí e ilumi nar sus recovecos. Deben hacer por lo menos ese pequeñísimo esfuerzo. El sol no abrirá las puertas ni entrará. Para captar el programa y poderlo escuchar deben encender y sintonizar la radio.

Ese esfuerzo es inevitable.

Crean, esfuércense, tengan éxito: ése es el mensaje de los textos sagrados. Pero los textos no son usados así por aquellos que los ma nejan. Son leídos para fines de discusión, para una exhibición pe dante de complicada erudición, o, como hacen algunas personas, son adorados como reliquias sagradas del pasado. Son raras veces adoptados como guías para la vida diaria, como cinturones de seguridad durante el peligroso viaje por el mar llamado vida.

El Ramayana, el Mahabharata, el Bhagavata son dominados, no se les permite ser ellos los amos. ¡Pasan sus páginas sin permitirles que ellos pasen a ustedes! Los volúmenes son empastados en seda y se queman varitas de incienso delante de ellos mientras el hombre se postra en reverencia, pero no se pone la más mínima atención a lo que las páginas dicen. Los adornos y borlas son lo que atrae a la mente más que la esencia que ofrece el texto.

Quizás hayan oído la historia de la vieja mujer que vertía abundan tes lágrimas oyendo a un sabio exponer el Ramayana.

Ese día el pandit se alegró muchísimo, pues su emocionante exposición había logrado motivar una reacción en, por lo menos, un alma contrita. Al cierre de la sesión de ese día, él felicitó a la anciana por su devoción y le ofreció la ansiada cucharada de agua sagrada como tributo a su sinceridad y su práctica. Pero ella negó toda pretensión de devoción y expresó: «Yo no sé qué es esa cosa a la que se le dice devoción ni qué son las otras cosas llamadas sinceridad y prácticas espirituales. Le confesaré por qué cayeron las lágrimas de mis ojos. Esa gruesa cuerda negra con la cual usted ha amarrado el libro de hojas de palma me recordó el cordón que mi difunto marido se ataba a la cintura; él llevó siempre un cordón negro alrededor de su cintura».

Miles pueden asistir a un discurso sobre el Gita y resistirlo en el más perfecto silencio, dando una impresión de profunda concentración y atención centrada; pero ¿quién sabe cuántos son realmente transformados por el mensaje del Señor? Los ojos ven, pero los oídos están distraídos; los oídos oyen, pero la mente vaga sin rumbo; la fe es una planta de lento crecimiento; la concentración necesita fe. Ustedes conocen la historia de Sri Ramakrisha Paramahamsa; de cómo abofeteó a la princesa Rasmani al pararse ella adelante del altar en Dakshinesvar con las manos juntas y los ojos cerrados, como si estuviera orándole a la Madre, pero él sabía que ella no estaba orando sino en realidad pensando en sus planes para una acción civil en un tribunal y así, con la bofetada él le recordó la santidad del lugar y la necesidad de orar por objetivos más elevados. La princesa reconoció el acto de servicio e impidió que los sirvientes amonestaran al Paramahamsa. Él le había hecho un bien, dijo ella.

Las escrituras transmiten un mensaje viviente; las imágenes de Dios transmiten una lección viviente. No son sólo papel, madera o piedra. Es por esto que Ramakrishna no apoyaba a aquellos que decían que una estatua rota debía desecharse; le preguntó a la princesa Rasmani si ella rechazaría a Mathur Babu, su yerno, si éste se rompía una pierna. Él recomendó que la estatua fuera reparada y usada para la adoración. Actúen de acuerdo con lo que dicen.

No sean falsos consigo mismos y con sus ideales. El negar con sus actos la verdad que predican es una señal de cobardía y de suicidio moral. Ustedes dicen que Baba lo sabe y lo ve todo, pero hacen algo malo pensando que Baba está en alguna otra parte.

Le oran a Kali en la estatua creyéndola viva, pero esconden algo detrás de la estatua imaginándose que nadie se va a enterar.

El mensaje más valioso que las escrituras transmiten es éste:

«Lleven a cabo sus deberes legítimos, cumplan con sus obligaciones, vivan de acuerdo con sus derechos, pero no permitan que el apego crezca. Considérense como si fuesen administradores en lo que se refiere a la familia, las riquezas, la reputación, el conocimiento y las destrezas. Déjenlos felices a un lado cuando venga el llamado de la muerte».

Algunos describen a la muerte como un dios terrorífico que cabalga en un monstruoso búfalo, y que salta sobre ustedes con un lazo. No, el lazo es fabricado por ustedes mismos. No salta sorpresivamente sobre ustedes; les avisa de su venida antes de llevarlos; avisos en forma de advertencias tales como las canas que van apareciendo, los dientes que se caen, la vista que se nubla, el oído que se ensordece, las arrugas en la piel, etc. No cabalga en ninguna bestia; sólo es otro nombre para el tiempo. Es el tiempo que se desliza inexorablemente hacia ustedes y corta el cordón de su vida. Por eso, utilicen la capacidad de acción de la cual están provistos para liberarse de las garras del tiempo. La ley del karma les da esperanza; así como es la acción, así es la consecuencia.

No se aten más buscando el fruto de la acción; ofrezcan la acción a los pies del Señor; dejen que lo glorifique; dejen que engrandezca su esplendor. No se preocupen por el éxito o el fracaso en la empresa. Entonces la muerte no tendrá ningún lazo con qué atarlos. La muerte vendrá como una liberadora, no como una carcelera.

Estas grandes enseñanzas de las antiguas escrituras son la herencia de la comunidad humana; deben ser transmitidas a las generaciones nuevas en los hogares y las escuelas. El pueblo, así como los líderes y gobernantes que han elegido, deben adoptar esta tarea. Les pido al ministro, al vocero y al presidente del Consejo Legislativo, que se encuentran aquí, que se acuerden de este deber.

La semilla de la devoción, del desapego y de la conducta recta deben sembrarse temprano para que la cosecha de la paz, el con tento, la cooperación y el amor pueda ser recolectada. Ésa es la tarea para la cual he venido. Si ayudan en esta tarea, con toda certeza tendrá éxito.

He estado en Bombay durante diez días ahora y debo decirles que la gente ha sido muy disciplinada y ha mostrado una gran sed de sustento espiritual. Les aseguro que vendré aquí más a menudo.

Hoy es Gudi Padua y esto los ha hecho venir en gran número, en cientos de miles. Los voluntarios de los Comités de Servicio han hecho un buen trabajo hoy, así como t
odos estos días, y los bendigo muy especialmente. A partir de mañana ya no tendrán que caminar hasta el Palacio Gwalior para los bhajans o el darshan. Les aconsejo que atesoren en su corazón la dicha que han ganado allí durante diez días; recapitulen en el silencio de sus corazones su amor y mi amor y moren contentos en la paz suprema que es el fruto de esa práctica.

Estadio Sardar Patel, Bombay, 23-III-66