Discursos dados por Sai Baba – 12. 10/05/92 No hay pecado más grande que la ingratitud

Discursos dados por Sai Baba

{SB 25} (39 discursos 1992)

12. 10/05/92 No hay pecado más grande que la ingratitud

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 25 cap. 12 )

No hay pecado más grande que la ingratitud

10 de Mayo de 1992

Cuando la lluvia cae sobre un lecho arenoso, se filtra hacia abajo; cuando la misma lluvia cae sobre un lecho de arcilla, permanece como agua dulce; cuando las gotas de lluvia caen sobre una ostra, se convierten en perlas.

Del mismo modo, la devoción da por resultado lo que uno merece.

¡Encarnaciones del Amor Divino! Para todos los nombres y formas del mundo, hay una base. Sin esa base, ningún objeto puede tener un nombre o una forma. Por ejemplo, he aquí un vaso. Tiene nombre y forma, pero su base primaria es la plata.

Cuando se derrite el vaso, lo que queda es solo plata. ¿Qué les ocurrió al nombre y a la forma anteriores? Se fundieron en la plata.

Del mismo modo, la verdad básica que subyace a los innumerables nombres y formas en el mundo es el principio Sátvico.

Es Satva puro. Es Divino. Este Principio Divino es el que permite que todo tenga un nombre y una forma.

“Ekoham Bahushyam” (“Yo soy Uno, que me convierta en los Muchos”). Fue por la Voluntad de Dios que los innumerables objetos cobraron existencia. El principio básico en esta multiplicidad es la unidad. Entre los números 1 y 9, 9 es el más grande, pero, de hecho, el número 9 está formado por nueve unos (1 + 1 + 1…). El 1 es el número básico. Así también, toda la diversidad ha emanado del Uno.

La vida es un interludio entre el nacimiento y la muerte ¿Cuál es el sentido de la vida humana? Es un interludio entre el nacimiento y la muerte. En este interludio, los hombres son víctimas de una variedad de deseos. No hay armonía entre los pensamientos, las palabras y las acciones de los hombres.

¿Cuál es la razón? Las acciones de los hombres no están de acuerdo con sus pensamientos.

Los pensamientos del hombre están llenos de ideales. Sin embargo, el individuo no hace ningún esfuerzo por actuar según estos ideales. Piensa de un modo, habla de otro modo y actúa de un modo diferente. En consecuencia, está expuesto a todo tipo de pesares y males. Esto se debe a que no logra satisfacer a su conciencia. Un hombre que no está satisfecho de sí mismo no puede tener paz. ¿Cuándo puede alcanzarse esa satisfacción?

Cuando hay unidad y armonía de pensamiento, palabra y acción:

cuando hablan como sienten y actúan según sus palabras.

Hoy el hombre se ve atormentado por todo tipo de dificultades.

¿Están ellas destinadas a hacer al hombre infeliz o a elevarlo a un nivel más alto de existencia? En realidad, cada dificultad es un escalón que eleva al hombre. Si no hubiera dificultades, el hombre no recibiría las lecciones apropiadas.

Las dificultades constituyen buenas lecciones. La dificultad y el placer están intrincadamente mezclados y no pueden ser separados uno de otro. El placer no tiene existencia separada. Es el fruto del dolor. El hombre no percibe esta verdad fundamental.

Cuando el pesar lo golpea, sucumbe a él, y se regocija ante alguna experiencia feliz como si fuera un triunfo. Su vida entera está ligada a estas experiencias variables de placer y dolor.

Por lo tanto, el hombre tiene que cultivar el sentido de ecuanimidad frente al placer y el sufrimiento. Hay dicha en el pesar.

Hay sufrimiento en la felicidad. Solo cuando el hombre cultive el sentido de ecuanimidad en todas las circunstancias, en el placer y el dolor, será capaz de experimentar paz.

Los pensamientos son la base de las acciones Todas las experiencias de placer y dolor tienen su origen en los pensamientos del hombre. El pensamiento es como la semilla de un árbol, que a su debido tiempo da ramas, hojas, flores y frutos. Todo lo que ven en un árbol ha surgido de una pequeña semilla. Del mismo modo, aunque el pensamiento del hombre es sutil, contiene potencialmente al universo entero. El átomo es el microcosmos del Universo. Los estudiantes son conscientes del enorme tamaño del baniano. La semilla de este árbol, no obstante, es muy pequeña. La semilla y el árbol son esencialmente uno.

El hombre tiene que vigilar sus pensamientos, porque ellos forman la base de sus acciones. Cuando sus deseos se cumplen, él está contento. Cuando no se cumplen, se siente decepcionado.

El hombre no indaga en la causa de estos resultados. Sus fracasos son el resultado de sus propias faltas. Cuando su corazón es puro, sus acciones dan resultados beneficiosos. Sus pensamientos son la causa del éxito o el fracaso de sus esfuerzos. Por lo tanto, el hombre debe utilizar sus pensamientos del modo correcto. Su visión del mundo depende de cómo él lo observa.

“Así como él sienta, en eso se convierte”. Cuando los pensamientos propios son sublimes, los resultados también lo son.

El hombre le debe a la sociedad todos sus logros El hombre recibe ayuda de distintas personas. Sin esa ayuda, los hombres no pueden progresar hacia un nivel más elevado de existencia. En la infancia, la madre cuida al niño. En la niñez y en la adolescencia, el padre le proporciona educación.

Más adelante, él emprende actividades con sus amigos. Y luego sus parientes lo hacen participar en relaciones familiares.

Así, diversas personas ayudan a un individuo. Sin esa ayuda, nadie puede progresar hacia una vida superior.

¿Qué ayuda le da a sus semejantes un hombre que ha obtenido ayuda de este modo? Es bueno ayudar a alguien que los ha ayudado. Es aún más meritorio ayudar a alguien que les ha causado daño. Siendo éste el caso, es esencial que el hombre sirva a la sociedad que lo ha ayudado de tantas formas. Él le debe a la sociedad el nombre y la posición que ha alcanzado. Por lo tanto, debe prestar servicio. Ésta fue la máxima que pronunció el sabio Vyasa como la esencia destilada de sus dieciocho puranas: “Es meritorio prestar ayuda a otros; es un pecado causarles daño”. Esto significa: Ayuden siempre, no hieran jamás.

No causen daño a nadie. Si pueden ayudar a alguien, háganlo.

La diferencia entre un error y un pecado En una ocasión, Dhuryodhana declaró: “Sé lo que es bueno y lo que es malo. También sé que las malas acciones serán seguidas de malas consecuencias. Sin embargo, me veo impelido a hacer solo malas acciones. Sé lo que es bueno. Sé que las buenas acciones darán buenos resultados. Sin embargo, mi mente no está inclinada a hacer el bien. ¿Por qué razón? Es la ausencia de pureza en mis pensamientos. Mi corazón está lleno de egoísmo. Mi vida se ha desarrollado en el terreno del egoísmo. Por egoísmo busco ganancias para mí mismo. Por motivos egoístas hostigo a los Pandavas. Soy consciente de esto. Estoy haciendo todo esto conscientemente”.

Si uno realiza una mala acción sin intención, es culpable de cometer un error. Sin embargo, si la realiza deliberadamente, está cometiendo un pecado. Ésta es la diferencia entre un error y un pecado.

En este contexto, puede señalarse que Karna es un gran ejemplo de alguien que mostró gratitud por el bien que le hicieron.

Él no era solo un buen dador que entregó todo lo que se le pedía. Su lealtad hacia su maestro no tenía límites. Siempre estaba dispuesto a dar la vida por su maestro.

El gobernante de Panchala anunció que su hija Draupadi sería entregada en matrimonio a cualquier arquero que pudiera derribar con su flecha un yantra con forma de pez suspendido en lo alto, mirando su reflejo en el agua. Los gobernantes de muchos países se habían reunido allí. Draupadi no era una mujer común; ella había surgido del fuego. ¿Quién era digno de obtener su mano en matrimonio? Aquellos que tomaran parte en la competencia por el matrimonio tenían que cumplir con una o dos condiciones. Debían ser gobernantes o Kshatriyas. Karna era un gran guerrero. Él se había presentado para tomar parte en la competencia. Desafortunadamente, no era el gobernante de
ningún estado y era el hijo de un auriga, no un Kshatriya. Por estas razones, se le pidió que se retirara de la competencia. Se sintió deprimido al no poder participar a pesar de todos sus otros talentos.

Mientras se alejaba, Dhuryodhana se puso de pie y pensó:

“No hay nadie que pueda igualar la destreza de Karna con excepción de Arjuna. Con Karna de mi lado siempre podré enfrentarme a los Pandavas”. Él fue en ayuda de Karna en ese momento.

En esa asamblea, nombró a Karna rey de Angadesa.

Por ese único acto de magnanimidad, por el cual fue nombrado gobernante, Karna prometió servir a Dhuryodhana derramando hasta la última gota de sangre por él. Más tarde, los Kauravas y los Pandavas reunieron sus fuerzas para la guerra.

Krishna había hecho un gran esfuerzo por evitar el Armagedón, ya que conocía las infinitas calamidades que la guerra traía como secuela. Fue como enviado de los Pandavas para abogar por un arreglo pacífico con los Kauravas. Arjuna le dijo a Krishna que era inútil parlamentar con los malvados Kauravas y que debían prepararse para la batalla.

El amor de una madre no tiene límites Un día antes del comienzo de la batalla, Kunti, la madre de los Pandavas, tomó conciencia de lo que estaba por suceder. Ella también era la madre de Karna. Él era su primogénito, hijo de una bendición del Dios-Sol. Ella era consciente de sus extraordinarios poderes y buscó la oportunidad de encontrarse con él. Puede haber malos hijos, pero no hay malas madres. El amor de una madre no tiene límites. Un día, Karna estaba realizando el Sandhya vandanam a la mañana, luego de tomar un baño en el río. Al recibir esta noticia de sus criadas, Kunti se dirigió a la orilla del río.

Karna estaba en meditación. Kunti se paró detrás de él. Estando allí parada, se sintió abrumada por el dolor al verlo después de mucho tiempo. También la invadió el pesar ante la perspectiva de la muerte de sus seres queridos en la batalla inminente.

Kunti revela que Karna era su hijo Incapaz de soportar el dolor, ella emitió un gemido. Karna salió de repente del estado de meditación y vio a Kunti frente a él. No sabía que ella era su madre, aunque sabía que era la madre de los Pandavas. Le preguntó: “¡Madre! ¿Por qué estás tan apenada? Yo soy Karna, el hijo de Radha. Te ofrezco mis salutaciones.

Por favor, permíteme conocer la causa de tu pesar”.

Kunti respondió: “Querido hijo, tú no eres el hijo de Radha.

Tú eres mi hijo. Naciste de mí como una dádiva del Dios-Sol.

Para evitar la ignominia pública, te dejé en el Ganges. Soy una gran pecadora. Te abandoné despiadadamente en el Ganges aunque tú eras un bebé recién nacido. Te abandoné de este modo por motivos egoístas, para salvaguardar mi nombre. Tú eres mi hijo mayor. Los Pandavas son tus hermanos y Dharmaja es tu hermano menor. Querido hijo, hazme una promesa. Si todos ustedes se unieran, podrían gobernar el mundo entero.

Tú podrías convertirte en el emperador. Todos los Pandavas te obedecerán y seguirán tus pasos como una sombra. Te doy mi palabra. No sientas ninguna enemistad hacia los Pandavas en esta batalla. Considéralos en tu corazón como tus hermanos.

Piensa en el pesar que aflige a tu madre”.

Cuando Karna oyó estas palabras, quedó conmocionado y la confusión invadió su mente. “Había oído cada tanto acerca del secreto de mi origen, pero jamás de la boca de mi madre.

Los Pandavas son en verdad mis hermanos. Soy el hijo de Kuntidevi.

Sin embargo, en esta encrucijada, ¿he de guiarme por las palabras de mi madre? ¿O debo mostrar gratitud por mi maestro?” Karna reflexionó internamente de este modo.

La negativa de Karna de traicionar a su maestro Karna dijo a Kunti: “Sin importar que Dhuryodhana sea un malvado o una persona injusta, fue él quien me dio una posición honorable y me elevó a mi actual estado. No puedo traicionar a mi maestro. Sin embargo, como tú eres mi Madre, te haré una promesa. La promesa a la madre es una cosa; la lealtad al maestro es algo diferente. La primera es un derecho. La segunda es una responsabilidad. Son como las dos ruedas de un carro o las dos alas de un ave. Van juntas. Madre, te hago esta promesa. Cuando surja la ocasión, perdonaré la vida a Dharmaja, Bhima, Nakula y Sahadeva. No los lastimaré.

Sin embargo, no perdonaré a Arjuna. Si en esta batalla pierdo la vida, los cinco Pandavas serán tus hijos. En el caso de que Arjuna muera, aún tendrás cinco hijos. Yo tomaré el lugar de Arjuna entre los Pandavas. De cualquier modo, no disminuirá el número de tus cinco hijos. Ésta es la promesa que te hago”.

Al decir esto, Karna asió los pies de su madre y dijo: “¡Madre! El otro día, en la corte de Draupada, Dhuryodhana salvó mi honor. Sé que él es un hombre malvado. También sé que los Pandavas son la misma encarnación del Dharma. Sin embargo, yo seré peor que un cruel animal de la selva si olvido el bien que me hizo Dhuryodhana. Tengo que mostrar gratitud hacia mi maestro.

En este aspecto, no puedo cambiar de actitud”.

No hay expiación por traicionar a la Divinidad Más adelante, Karna entregó hasta los pendientes que el Dios-Sol le había dado. Le ofreció a Indra la armadura que llevaba.

Incluso dio la vida por su maestro. Sin embargo, no renunció a la gratitud que le debía a Dhuryodhana.

Hay que recordar que hay una forma de expiación por la muerte de un brahmín, una vaca o un niño. Sin embargo, no hay forma de expiar la traición al preceptor o a la Divinidad. Si se vuelven ingratos, serán peores que una bestia salvaje.

Entonces Kunti declaró: “Seré feliz si tú continúas siendo un hombre con esos ideales elevados. Déjame decirte que no hay nadie que pueda matar a Arjuna. Tú sientes animosidad hacia Arjuna. Me contento con tu promesa. Es suficiente si perdonas la vida a Dharmaja, Bhima, Nakula y Sahadeva”.

En este contexto, observen cuánta gratitud existía entre los Pandavas. Dharmaja, Bhima y Arjuna eran hijos de Kunti. Nakula y Sahadeva eran hijos de Madhri (la segunda esposa de Pandu). Cuando Madhri estaba a punto de cometer Sati sobre la pira funeraria de su esposo, Dharmaja le hizo una promesa.

Le dijo: “¡Madre! Tú estás por entregar tu vida por mi padre. Yo cuidaré de tus hijos incluso con mayor dedicación que de mis hermanos uterinos. Cualesquiera sean las diferencias que puedan surgir entre nosotros, los trataré como a mis propios hermanos”.

Él le hizo esta promesa a Madhri.

En el Mahabharata, durante la permanencia de los Pandavas en el exilio, los cuatro hermanos –Bhima, Arjuna, Nakula y Sahadeva– murieron en un estanque al que habían ido a buscar agua, porque se negaron a responder a las preguntas que el Yaksha (espíritu) guardián del estanque quiso hacerles antes de permitirles tomar agua. Entonces, Dharmaja se acercó al estanque y respondió a todas las preguntas que le hizo el Yaksha.

El Yaksha se sintió tan complacido con las respuestas, que le concedió una dádiva a Dharmaja. Él estaba dispuesto a devolverle la vida a uno de los cuatro hermanos a quien Dharmaja nombrara. Dharmaja enseguida pidió que se le devolviera la vida a Nakula o a Sahadeva. El Yaksha se preguntó por qué Dharmaja no pidió que le devolviera la vida a uno de sus propios hermanos, Bhima o Arjuna, sino que prefirió a uno de sus dos hermanastros. Dharmaja respondió que como él estaba allí como uno de los hijos sobrevivientes de su madre Kunti, quería que un hijo de su madrastra, Madhri, conservara la vida. Dharmaja mencionó la promesa que le había hecho a Madhri. Al ver la grandeza de Dharmaja, el Yaksha les devolvió la vida a los cuatro hermanos.

La gratitud es una gran virtud La gratitud es una gran virtud. Cuando se comprenda el poder de la gratitud, se verá que puede otorgar beneficios mucho más grandes que los que cualquiera pueda imaginar. Si por su estrechez mental los hombres se vuelven ingratos, ellos sufrirán inmensamente. Si tal es e
l caso con respecto a las relaciones puramente humanas, ¿cuánto mayor será la recompensa que la gratitud puede proporcionar cuando es ofrecida a Dios?

¡Queridos estudiantes! Éste es un período de inocencia e inexperiencia en sus vidas. Ustedes están llenos de deseos.

Tienden a ser egoístas y egocéntricos. Aun así, pueden hacer que sus vidas sean sagradas y útiles cumpliendo con los mandatos de la Divinidad. Si se adhieren a esta única regla, redimirán sus vidas y fomentarán el bienestar de sus familias y de su sociedad. Aunque Dharmaja pidió que se le devolviera la vida a un solo hermanastro, el Yaksha revivió a todos los hermanos.

Karna representa el ejemplo supremo de gratitud. Él demostró lo que significa ser agradecido con alguien que los ha ayudado, aun si resulta ser una persona malvada.

Discurso pronunciado en el Kalyana Mandap en Brindavan, el 10-5-1992.

Abandonen la ilusión de que han envejecido o enfermado, o que se han vuelto débiles o están debilitados.

Algunas personas cuentan los años, se lamentan por su avance y tiemblan como cobardes temiendo a la Muerte. Sin embargo, recuerden que el regocijo es el Cielo y que el abatimiento es el infierno.

Siempre tengan algún trabajo para hacer y háganlo tan bien que les proporcione alegría.

BABA