Discursos dados por Sai Baba – 12. 27/03/67 El sostén que necesitan

Discursos dados por Sai Baba

{SB 07} (41 de 48 discursos 1967)

12. 27/03/67 El sostén que necesitan

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 64 )

El sostén que necesitan

27 de Marzo de 1967

Jamnagar

Hay tres entidades en el universo con las cuales el hombre tiene que tratar: el Supremo (Paramatma), la naturaleza (Prakriti) y el hombre (jivatma). De estos tres, Dios debe ser adorado y conocido por el hombre a través de la naturaleza. La naturaleza es el nombre de todas las variadas cosas que inculcan al hombre la gloria y el esplendor de Dios. También se le llama maya, ilusión. Maya es la vestimenta de Dios que esconde a la vez que revela su belleza y majestad. El hombre debe aprender a usar la naturaleza no para su disfrute o para enredarse en ella, sino para una mejor comprensión de la inteligencia que guía el universo. ¿Cómo crece un árbol o brota una flor? ¿Cómo aprende el hombre acerca de las estrellas y del espacio, excepto por la inspiración de la alegría y la inteligencia que concede Aquel que reside en el interior? Acérquense a la naturaleza con una actitud de humildad y reverencia; entonces su futuro estará asegurado. Ravana codiciaba a Sita, que representa a la naturaleza, y la raptó con alevosía; pero ese egoísmo y esa codicia lo condujeron a la caída más profunda. Si sólo hubiera codiciado al Dios que está detrás de la naturaleza, a Rama, hubiera ganado la felicidad eterna.

Todos los sufrimientos del hombre de hoy pueden ser atribuidos a este falso sentido de los valores. Lo primero debe venir primero.

Primero ser y luego ayudar. Hoy en día, la gente empieza a ayudar a otros en el camino espiritual sin haber cruzado ellos mismos ese camino, de modo que ambos, el guía y el guiado, caen al abismo.

Sírvanse a sí mismos primero; es decir, comprendan quiénes son, adónde van, de dónde vinieron y el porqué de su viaje. Después de descubrir las respuestas a estas preguntas basándose en las escrituras, los sabios y la propia experiencia, el hombre puede atreverse a conducir a otros. La gente tampoco está capacitada para distinguir lo verdadero de lo falso, lo temporal de lo eterno, lo correcto de lo malo, lo benéfico de lo dañino en el aspecto social. Rechazan viejas costumbres y maneras, viejos textos y ritos como inútiles simplemente porque son viejos; adoptan nuevas costum bres y modas simplemente porque son nuevas. El tiempo es una buena prueba; las cosas que han resistido a las críticas de siglos, a los golpes de muchas culturas ajenas, las atracciones de extrañas fantasías, deben de tener un fondo esencial de verdad y validez.

La mente tiene una manera de dejarse atraer por los caprichos pasajeros. Es por esto que cada capítulo del Gita es llamado un Yoga, comenzando con el Vishadayoga, o Yoga del Desaliento, y terminando con el Mokshasanyasayoga, Yoga de la Liberación por la Renunciación. Esta palabra, Yoga, se usa con el fin de enfatizar la importancia de la superación de las agitaciones de la mente. Las aguas del lago de la mente nunca están tranquilas; rara vez están a nivel. El más mínimo susurro en el aire afecta la capa superior y crea una serie de olitas pequeñitas que toman mucho tiempo para calmarse. La mente también es agitada por los objetos del mundo externo y las impresiones que dejan sobre los sentidos internos; la mente está o disgustada o atraída hacia los objetos. Esto pertur ba la ecuanimidad; la dualidad está siempre en la base de la aflic ción y del dolor. El dolor es la ausencia temporal de alegría; la alegría es la desaparición temporal de la aflicción. Ambas no duran, salvo cuando la alegría es ganada por medios espirituales.

¿Cómo puede lograrse este nivel de yoga? El Gita se propone enseñar justamente esto. Su primera palabra es dharma (recti tud) y su última es mama (mi). Le enseña a cada quien que lo estudie:

Mama dharma, “mi dharma”, “mi deber”, “mi responsabi lidad para conmigo mismo”. ¿Y qué es esto? Yoga. ¿Cómo ha de lograrse este yoga? Entregándose a Dios, dedicando cada palabra, pensamiento y acción a Dios, borrando la propia voluntad y aceptando su voluntad y dejando toda iniciación de actividad a su impulso, toda ejecución a su dirección y todas las consecuencias de las mismas a su plan. Abandonen todo lo “correcto” y lo “equi vocado” y entréguenme su voluntad. Los salvaré de las caídas; los protegeré contra el dolor; ésta es la seguridad que da el Gita, éste es el sostén que necesitan.

La entrega puede hacerse sólo después de haber logrado la per fección en el desapego de los placeres sensoriales, acompañado del discernimiento entre lo real y lo irreal. Las manchas del “yo” y de “lo mío” pueden ser removidas por medio de rigurosas prácticas espirituales, entre las cuales la principal es la recordación del Nombre, porque cuando fijan su mente en los nombres del Señor, su majestad, su gracia, su poder, su inmanencia se fijan en la conciencia y las propias capacidades y habilidades se eclipsan en lo Divino. De este modo, la humildad aumenta y la entrega es posible muy fácilmente. Éste es el fin mismo de la existencia humana, ver a Dios y fundirse en su gloria. Todas las demás victorias son fútiles.

Los Vedas proclaman esto como la meta final del hombre. Los Upanishads declaran el camino, el Gita lo ilumina, los santos y sabios proclaman su grandeza; los avatares vienen cuando la gente se desvía del camino y se pierde en las selvas y los desiertos.

Jamnagar, 27-III-67