Discursos dados por Sai Baba – 27. 11/10/83 Los yajnas y el predicamento humano

Discursos dados por Sai Baba

{SB 16} (32 discursos 1983)

27. 11/10/83 Los yajnas y el predicamento humano

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 16 cap. 27 )

Los yajnas y el predicamento humano

11 de Octubre de 1983

El deha (cuerpo), los indriyas (sentidos), el manas (mente) y el budhi (intelecto) son los instrumentos por medio de los cuales funciona el hombre. La verdadera naturaleza del hombre se puede entender sólo cuando se comprende el secreto de cada uno de estos instrumentos. ¿Cuál es el verdadero carácter del cuerpo, la mente, los sentidos y el intelecto? Una vez que se conoce ese secreto, podemos descubrir los medios para mantener a éstos bajo control.

El primer upadhi (instrumento) del hombre es el cuerpo. El significado etimológico de la palabra dheha es dhayathi ithi dheha (aquello que se quema). No sólo se refiere al hecho de cremar al cuerpo después de la muerte; en realidad, el cuerpo se está quemando constantemente a causa de las preocupaciones.

Al cuerpo también se le llama sharira, que significa “aquello que está sujeto a cambio y deterioro”. El cuerpo pasa por muchos cambios de la infancia a la juventud y de la juventud a la ancianidad. Es como una casa rentada. También se le describe como el tabernáculo de Dios, lo que significa que es una morada sagrada. Constantemente se realizan esfuerzos para echar de la casa al residente, hasta que finalmente la muerte lo desaloja. Otro nombre del cuerpo es kshetra (como se menciona en el Bhagavad Gita), palabra que tiene muchos significados. Se le puede considerar como kavacham (armadura), la cual protege al espíritu morador. Kshetra también significa aquello que es susceptible de destrucción. También es campo (de acción).

Hagan del cuerpo un altar apropiado para la Divinidad

Si se considera al cuerpo como un campo, el dueño sólo puede cosechar lo que siembra. Si siembra hechos sagrados, obtendrá una cosecha meritoria; si siembra acciones pecaminosas, levantará una cosecha de pecados. Considerando al cuerpo como un altar, se le debe venerar como la morada sagrada de la Divinidad. Los kshetras religiosos son lugares a los que se va en peregrinación debido a que se asocian con la Divinidad, y dado que el cuerpo también es la morada de la Divinidad, se le debe considerar como un kshetra.

En el templo del cuerpo está instalado el espíritu divino. Puede alcanzar pureza y santidad sólo cuando se le purifica interna y externamente. Con el baño con agua se puede purificar el cuerpo externamente, la lengua se purifica hablando con la verdad, el espíritu se vuelve puro por medio del estudio y la penitencia, el intelecto adquiere pureza por medio de jñana (sabiduría espiritual). Así, teniendo pensamientos puros, realizando acciones puras y practicando la meditación, el cuerpo se tiene que convertir en un altar apropiado para la Divinidad. La pureza de mente, habla y cuerpo ha sido descrita como trikarana shudhi (la triple pureza).

Al cuerpo no se le debe considerar simplemente como un conglomerado de los cinco elementos. Desde una perspectiva externa puede parecer una estructura de huesos, carne, sangre y nervios. Mas así como un templo no es únicamente un edificio compuesto de ladrillos y cemento, sino que es la morada de la Divinidad, al cuerpo también se le debe contemplar como la morada del espíritu divino. Por lo tanto, la principal obligación del hombre consiste en asegurarse de que el cuerpo no caiga en prácticas equivocadas y sea así víctima de la falsedad y la maldad. Debe utilizarlo para desarrollar sus más altas cualidades humanas y seguir el sendero divino. Con ese propósito se han prescrito los yajnas, yagas y otros ritos religiosos.

No es fácil controlar algunos órganos

A continuación están los indriyas (órganos de los sentidos). Estos sentidos siguen sus propios caminos y no se sujetan fácilmente a control o régimen alguno. Tienden a desviarse en alguna medida. A estos sentidos se les llama matras. Matra significa aquello que mide o determina la calidad. La lengua, por ejemplo, prueba algo y dictamina si es dulce o agrio. el ojo determina si algo es bello o atractivo, etcétera. De esta manera, cada órgano sensorial del cuerpo humano juzga la calidad de los objetos que experimenta. Otro significado de matra es aquello que observa ciertos términos o límites.

Consecuentemente, los indriyas poseen la cualidad de juzgar así como un límite. La nariz, por ejemplo, sólo puede oler pero no puede realizar ninguna otra función. El propósito de la limitación reside en que la nariz debe atenerse solamente a la función específica de oler lo que es puro y fragante y rechazar lo que es impuro. Los oídos, por ejemplo, deben escuchar cuestiones puras y santas y recibir lo que complace al corazón; no deben permitirse escuchar palabras que le causen dolor al corazón o que afecten su pureza. Si al usar los oídos se viola esta regla y prestan atención a cosas irrelevantes o a chismes dañinos, entonces se convierten en instrumentos de pecado.

La lengua, por su parte, está destinada a proclamar la gloria de Dios y a hablar con la verdad. Si en vez de usarla para este propósito sagrado se la emplea para injuriar a otros o para causarles dolor, se pervierte el propósito divino para el cual fue dada.

Abusar de los órganos sensoriales ocasiona aflicción

Debido a que los indriyas no se utilizan para los propósitos puros y sagrados para los que la Divinidad los donó al hombre, se convierten en instrumentos para hacer muchas cosas dañinas. Todas las desgracias y problemas que experimenta el hombre son el resultado del abuso de los órganos de los sentidos. Es por ello que en el camino espiritual el individuo debe practicar el control de los sentidos como su primera disciplina.

No importa qué tan rico, sabio o poderoso pueda uno ser, si se fracasa en someter a los sentidos a control no será posible hacer un uso útil y digno del poder y la posición. Quien es esclavo de sus sentidos muestra sus cualidades animales; quien los controla demuestra lo sagrado del nacimiento humano. Los yagas y yajnas deben llevarse a cabo a fin de desarrollar las cualidades divinas en el hombre y estimular la pureza de pensamiento, palabra y obra.

Entre las cualidades benéficas que el hombre tiene que cultivar, la más importante es thyaga (sacrificio). Usualmente a thyaga se le equipara con la caridad y la generosidad. Hay una gran diferencia entre la caridad y el verdadero sacrificio. Regalar cosas como tierras, vacas, oro, comida o conocimiento constituye sólo un intento de compartir con otros lo que se tiene. Con este tipo de regalos no se pierde mucho. En realidad, muchos de quienes nacen en la pobreza y la miseria en esta vida están sufriendo las consecuencias de no haber practicado la caridad en vidas previas. Los Shastras (ciencias morales) establecen que el rico debe compartir su riqueza con los desposeidos. Esta forma de compartir es una obligación inherente al hombre, de acuerdo con los Shastras.

Samarasya (compasión) y samanvaya (unidad) hacia todos los seres han sido considerados como los dos ojos del hombre. Sin embargo, thyaga trasciende la caridad y la compasión. Es la disposición para compartir con una sonrisa las cosas que uno ama, incluyendo la propia vida. Es el verdadero sacrificio; la clase de sacrificio que se considera como el medio para alcanzar la inmortalidad. Los Vedas también han declarado que la paz proviene de thyaga. Aquellos que buscan la paz mental, la paz del espíritu y la paz para el mundo, o bien la quietud de los sentidos, tienen que cultivar el espíritu de sacrificio. Siempre se debe procurar ver la manera de utilizar la riqueza o los talentos, conocimiento y cualidades propios para promover la felicidad de los demás.

Significado de anga puja en la adoración ritual

En la rutina religiosa cotidiana, algunas personas tienen el hábito de realizar lo que se llama anga puja, ofreciendo diferentes miembros de su cuerpo a la Divinidad. Sin embargo, si al pronunciar el mantra “Nethram Samarpayami” (Ofrezco mi ojo) sól
o ofrecen una flor, entonces omiten su verdadero significado. Ese mantra significa que están ofreciendo su ojo para ver a la Divinidad. De manera similar, en el Homa (ofrenda sacrificial en el fuego) se pronuncia el mantra “Hridhayam Samarpayami” (Ofrezco mi corazón). El verdadero significado de este mantra es: “¡Oh Señor!, este corazón no es mío, es tuyo. Hay un solo asiento en este corazón y está reservado para ti. No hay lugar en él para nadie más, ni padre, ni madre, esposo o esposa o maestro; tú eres el único que puede ocupar mi corazón. Acepta este corazón como tuyo”. En vez de expresar los mantras con esta fe, actualmente el ritual se ha convertido en la ofrenda mecánica de una flor o cualquier otra cosa. Por consiguiente, la adoración se vuelve una formalidad hipócrita.

Los yajnas se dirigen a la gente en todos los mundos

Hablamos del corazón como el trono del Señor pero asentamos en él a todos sin exepción. En última instancia, ese trono se convierte en una silla musical. ¿Cómo se puede esperar que la Divinidad venga y habite en tal corazón? Lo primero que se debe hacer es desalojar del corazón todos los elementos malignos que residen en él. Al corazón se le compara con un loto, pero el loto de nuestro corazón se encuentra infestado con insectos dañinos como el odio, la lujuria, la codicia, el orgullo, el apego y la envidia. Mientras no sean desalojadas estas criaturas pestilentes y no se haya lavado el loto con el agua del amor divino, el corazón no será apropiado para ofrecerlo a la Divinidad. Durante la alabanza decimos: “Sudhodhaka samarpayami” (te ofrezco un baño en el agua pura). ¿Cuál es esa agua pura a la que se hace referencia? Es el amor puro y no egoísta. Cualquier ofrenda hecha a la Divinidad se debe realizar sin abrigar ninguna expectativa de recompensa o con algún propósito egoísta, sino sólo para complacer a la Divinidad.

Thyaga se debe considerar como un yajna (gran sacrificio). Lo que ofrezcan debe estar dentro de sus capacidades. La persona a quien se ofrece debe ser merecedora y capaz de hacer un uso adecuado de lo que le es ofrecido. Hacer ofrecimientos que rebasan la propia capacidad a personas que no los merecen o son incapaces de utilizarlos adecuadamente es como darle un juguete de oro a un niño o como poner un cuchillo en manos de un lunático. Esto puede acarrear consecuencias indeseables.

Los rishis (sabios) que prescribieron los yajnas y yagas no pretendieron que fueran para el uso exclusivo de alguna comunidad, país o época en particular. Estas disciplinas son válidas para cualquier país y para cualquier gente en cualquier momento. La bendición final del yajna es “Lokah Samasthah Sukhino Bhavantu”: Que todos los mundos sean felices.

Debemos conservar estos yajnas y yagas con las adaptaciones adecuadas a las diferencias de lugar y tiempo. Lo esencial es apegarse al espíritu y propósito profundo de los mantras que se utilizan en los yajnas. Cuando los yajnas se lleven a cabo de esta manera darán como resultado la purificación del espíritu y nos conducirán a la realización de la Divinidad.

Auditorio Purnachandra, Prashanti Nilayam, 11-10-83.