Discursos dados por Sai Baba – 29. 31/10/83 Unidad es divinidad

Discursos dados por Sai Baba

{SB 16} (32 discursos 1983)

29. 31/10/83 Unidad es divinidad

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 16 cap. 29 )

Unidad es divinidad

31 de Octubre de 1983

¡Encarnaciones del Espíritu divino!: el antiguo proverbio “todos los caminos conducen a Roma” se ha justificado hoy. No carece de significado el hecho de que gente de muchos países se haya reunido en esta ciudad histórica; dense cuenta de que hoy han venido aquí para aprender cosas que nunca han escuchado anteriormente y para obtener inspiración de nuevos ideales acerca de la aventura humana.

Esta conferencia no se ocupa de ninguna religión, nación, raza, casta o individuo en particular; está dirigida a revelar la verdad esencial que subyace en todas las escrituras y a procurar la paz y el bienestar de toda la gente por medio del establecimiento de la verdad y la rectitud.

Todo el género humano pertenece a una religión, la religión del hombre. Para todos los hombres Dios es el padre; como hijos de un solo Dios todos los hombres son hermanos. En consecuencia, esta conferencia es una reunión de hermanos, no de nacionalidades o religiones; es un encuentro de mentes, no se refiere a ninguna cultura o filosofía. Se interesa por la forma de vida divina que está implícita en todas las enseñanzas de todas las religiones, su propósito consiste en ver la unidad en la Divinidad.

Todas las religiones proclaman la Divinidad única

La verdad básica en todas las religiones es una y la misma, independientemente del país o la raza. Las ideas filosóficas o las prácticas y métodos de enfoque pueden variar, pero la meta y el objetivo final es sólo uno. Todas las religiones proclaman la unidad de la Divinidad y predican el cultivo del amor universal sin consideración de la casta, el credo, el país o el color. Aquellos que ignoran esta verdad básica desarrollan orgullo y ego a propósito de su propia religión. Tales personas crean una gran confusión y caos al fragmentar a la Divinidad. Confinar y dividir a la Divinidad infinita en compartimentos tan estrechos es hacerle traición. La base de una vida espiritual sustentada en Dios es el espíritu que mora en el interior, el Atma. El cuerpo es la casa del Espíritu.

La vida en sociedad también se debe conformar a esta base espiritual. Sin embargo, el hombre basa su vida en la creencia de que sólo el cuerpo es real. Se le tiene que enseñar acerca del Espíritu para liberarlo de ese error. La humanidad se tiene que dar cuenta de que tanto el individuo como la sociedad son manifestaciones de la voluntad divina y de que la Divinidad impregna el universo. Sólo cuando el hombre reconozca esta verdad podrá deshacerse de su ego y llevar una vida de devoción al deber. La sociedad no debe convertirse en una gallera de personas egoístas, sino en una comunidad de individuos guiados por lo divino.

Con el progreso de la ciencia el hombre imagina que es el señor del universo y tiende a olvidar a la Divinidad. Aunque el hombre ha llegado a la luna y está explorando el espacio exterior, si considera los innumerables misterios y maravillas de la creación aún desconocidos verá que están más allá de la limitada capacidad de la mente y la inteligencia. Entre más vaya descubriendo los secretos y misterios del cosmos, más se dará cuenta de que Dios es el creador y motivador de toda la creación. Todas las religiones están de acuerdo en esta verdad. Todo lo que puede hacer el hombre es esforzarse mediante su limitado conocimiento e inteligencia para comprender a la invisible e infinita Divinidad y aprender a reverenciarla y adorarla.

El servicio a la sociedad promueve la unidad

En vez de tomar conciencia de su divinidad innata, el hombre está atrapado en la prisión de sus logros materiales. Como ser viviente, él mismo es más grande que todo su progreso tecnológico y científico por estar dotado con la conciencia divina. Al optar por considerar sólo al mundo material como real, posiblemente alcance por algún tiempo una sociedad material, científica y tecnológicamente próspera. No obstante, si en el proceso se desarrollan –como suele acontecer– el egoísmo, la codicia y el odio, la sociedad se destruirá a sí misma. Si, por el contrario, el hombre toma conciencia de su divinidad esencial, la humanidad puede construir una gran sociedad basada en la unidad y el apego al principio divino del amor. Este profundo cambio se debe iniciar en la mente de los individuos. Cuando cambien los individuos cambiará la sociedad y cuando cambie la sociedad el mundo entero cambiará. La unidad es el secreto del progreso social y el servicio a la sociedad es el medio para promoverlo. En consecuencia, cada uno debe consagrarse al servicio con espíritu de dedicación.

Se debe tener en claro que la comodidad material no es el único objetivo de la vida social. Una sociedad en la cual los individuos están interesados únicamente en el bienestar material no podrá alcanzar la armonía y la paz; y aun si se logra, será sólo una armonía parchada, ya que en una sociedad así el fuerte será opresor del débil. Ni siquiera una distribución igual de los dones de la naturaleza podría asegurar nada más que una igualdad nominal. ¿Cómo podría una distribución pareja de los bienes materiales lograr una igualdad en los deseos y habilidades? Es por ello que los deseos deben ser controlados mediante el desarrollo del enfoque espiritual, apartando la mente de los objetos materiales y dirigiéndola a la Divinidad asentada en el corazón de cada individuo.

La experiencia divina es inherente a la naturaleza humana

Una vez que se reconoce la verdad acerca del espíritu que mora en el interior, nace la conciencia, de que el mundo es una familia. Entonces el individuo se llena de amor divino, el cual es la fuerza directriz de sus acciones. De la persecución de los deseos interminables el hombre cambia hacia la búsqueda de la paz y la ecuanimidad. Al convertir el amor por las cosas materiales en amor por Dios, uno experimenta a la Divinidad. Esta experiencia no es algo que esté más allá del ser humano; de hecho es parte inherente de la naturaleza humana. Es el secreto de lo humano y su divinidad.

Cualquiera que sea la religión que profesen, todos deben cultivar el respeto por otros credos. Aquel que no tenga una actitud de tolerancia y respeto por la religión de otro no es un verdadero seguidor de su propia religión. No basta conseguir estrictamente las prácticas de su religión, también se debe tratar de ver la unidad esencial de todas las religiones. Sólo entonces podrá experimentar el hombre la unidad de la Divinidad. No debe haber ningún tipo de coerción o compulsión en la esfera de lo religioso; los asuntos religiosos se deben discutir con calma y desapasionadamente. No abriguen el sentimiento de que la religión de uno es superior y la de los demás inferior. Los conflictos basados en la religión deben ser totalmente eliminados. Dividir a los hombres por motivos religiosos es un crimen en contra de la humanidad.

Actualmente el hombre se imagina que sabe todo acerca de la naturaleza y el universo; mas, ¿de qué le sirve todo este conocimiento si no se conoce a sí mismo? Sólo cuando se conozca tendrá la posibilidad de saber la verdad acerca del mundo externo. La realidad interna del hombre no se puede descubrir explorando el mundo exterior. Cuando vuelva su visión hacia el interior y conozca su divinidad esencial, adquirirá un enfoque de igualdad hacia todos los seres y experimentará la bienaventuranza que va más allá del entendimiento.

Mensaje al simposio internacional “Unidad es Divinidad”, celebrado en Roma el 30 y 31-10-83.