6 de Marzo de 1962
Prashanti Nilayam
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MIENTRAS Bairagi Sastri y Narasimharaju hablaban observé a muchos de ustedes ocupados en aclararse ruidosamente la garganta; su atención debería haber estado dedicada a limpiarse los oídos y a quitarse las telarañas del corazón. ¿Qué tiene que ver la garganta con el embeberse en las lecciones que transmitían las charlas de aquéllos? Del mismo modo que este micrófono se halla derecho frente a Mí, cerca de la boca, pero no demasiado, para difundir la voz, también el corazón ha de mantenerse recto, claro y abierto para recibir las enseñanzas que se dan. Si el corazón está vuelto hacia otra dirección la enseñanza no se registrará con claridad y nitidez y se pervertirá.
Narasimharaju Me recuerda al poeta Syamakavi, de Bangalore, que murió hace algunos años. Poseía erudición profunda, experiencia espiritual vasta, talento poético enorme y devoción inconmovible. Todo lo que él emprendía terminaba en fracaso, mas ni por un instante culpó de ello al Señor. Mejor se apegó con vehemencia mayor a Él. Los golpes del destino no quebrantaron su fe; se mantuvo firme como una roca en medio de las furiosas olas. Su mente había sido instruida a pasar por la alegría y el dolor sin inmutarse.
La única misión del hombre es el descubrimiento de la verdad.
El hombre es una mezcla de ilusión (maya) y de Dios (Madhava); la maya echa una niebla que esconde a Dios; pero por medio de la acción de los impulsos sanos heredados de los hechos realizados en cuerpos anteriores o mediante la limpieza efectuada por los rigores en este cuerpo o por la gracia del Señor mismo, la maya se desvanece, pues no es otra cosa que bruma, que se evapora ante el Sol. Entonces Nara (el hombre) se transforma en Narayana y este mundo terrenal es elevado al rango de una Morada de la Paz Suprema (Prashanthi Nilayam).
La iluminación del discernimiento hará que desaparezca la oscuridad que esconde la esencia divina del hombre. Hoy, éste espera disipar la oscuridad con la espada, el cañón y la bomba, cuando lo que se necesita es sólo una antorcha. ¿Cómo puede eliminarse la oscuridad con oscuridad, el odio con odio, la ignorancia con una ignorancia más profunda y más vasta? El deseo de victoria mismo fomenta la oscuridad. Dejen a un lado todo pensamiento de conquista; esfuércense por conocer la verdad y una vez que la conozcan, las falsas nociones sostenidas con pasión por ustedes caerán por sí mismas.
Vean claramente la bella imagen que está escondida en la roca. Libérenla de tal prisión, quiten toda la piedra que encarcela a la estatua; esa es su tarea. No se preocupen por la maya; concéntrense en Dios (Madhava); de tal modo tendrán seguramente buen éxito. Un árbol plantado en el borde del canal del río Godavari no se secará, su follaje será verde, pues sus raíces las nutre el agua subterránea. Similarmente, sean un árbol con las raíces en contacto perpetuo con las fluyentes aguas de la gracia del Señor y no se preocuparán por la sequía.
El hombre estúpido corre con locura de un lado para otro en persecución de «paz mental»; así, prueba esta prescripción por un tiempo y aquélla por otro. Va por el camino equivocado: la senda en la cual se complacen los sentidos; la ruta acosada por la forma, el nombre y el guna; la vereda de lo temporal y de lo aparente. Mas el buscador de la liberación obtiene muy fácilmente esa paz. En realidad la naturaleza verdadera del hombre es la ecuanimidad (prashanthi): firmeza, resolución inquebrantable, paz.
La naturaleza es un gran almacén donde pueden encontrar todas las cosas que ayudan a captar la verdad. Ésta se conoce primero como «todo está imbuido de Brahma» (sarvam Brahmam mayam), ¡dirigido por Brahma, compuesto de Brahma!
Luego el buscador se eleva a una conciencia mayor, aquella de que «todo es Brahma» (sarvam Brahmam), pero aparece como algo distinto por un tiempo a los ojos no abiertos. El estado final es aquel donde ni siquiera hay un todo (sarvam) que postular como Brahma; lo que existe es precisamente Brahma, el único.
La lección la aprende el hombre al estudiar la naturaleza, analizándola y tratando de comprenderla. En el regazo de su madre el niño aprende el arte de vivir; por ello es la naturaleza (prakrithi) la que enseña al hombre cómo tener buen éxito en la dura lucha por ganar la paz. Violen las leyes de la naturaleza y ella los hará estremecer; obedezcan sus mandamientos, escuchen sus advertencias y ella les otorgará su herencia de inmortalidad.
Esto es, tengan al Señor como su guía y guardián y observen las reglas del dharma. Dejen que el lerdo se apegue a su ilusión de que la felicidad y la paz pueden obtenerse por medio de la esclavitud de los sentidos. Quienes saben que este mundo es una mezcla de verdad y falsedad y por lo tanto un gran acertijo (mithya) no harán caso de atracciones externas y se concentrarán en la alegría interna del apego a Dios. Si se les dice que han sido aprobados en el examen tendrán paz; si se les comunica lo contrario, esto también resuelve el problema por un tiempo y detiene la preocupación; pero si los resultados no son anunciados, sino retenidos (pues no es muy seguro si han sido aprobados o reprobados), sufrirán el máximo de intranquilidad, cierto? Así también este mundo que no es verdad ni no verdad, pero tampoco lo uno ni lo otro (mithya) produce una inquietud inmensa en la mente.
Sólo el desapego puede otorgar ecuanimidad. Las buenas compañías (satsanga) fomentan esa actitud y hábito; el satsanga y la visita a lugares y a hombres santos. Devota ferviente, la esposa de Kuchela sugirió a éste visitar a Dwaraka; así también, a menos que sus predisposiciones (samskara) sean buenas y sus inclinaciones elevadas y elevadoras, no les vendrá la idea de llegar a Puttaparthi.
Yo llamé a Narasaraju y a su esposa para este Shivaratri y ellos han atendido Mi invitación. Yo lo conozco desde hace treinta años; lo conozco, sé de sus planes, sus anhelos, sus pruebas y sus problemas. El Señor responde no sólo al cuclillo de dulce voz y hermoso canto; Él también presta oídos a los trinos de los otros pájaros. Él oye los lamentos de cada ser. En efecto, el sufrimiento les da más derecho a la gracia del Señor. Cuando el sufrimiento viene en olas, una tras otra, alégrense de que la costa esté cerca; sopórtenlo con valentía, no culpen, cual ciertos cobardes, a algún poder externo ni tomen aversión hacia el Señor.
La recordación del ser o Atma es la fuente de la alegría; la recordación del no ser o anatma es el surtidor del dolor.
Denle la bienvenida a la prueba porque después de ella se les otorga el certificado. A fin de medir su progreso se les imponen pruebas. Así que no retrocedan ante el dolor. El Señor les está otorgando un favor cuando Él decide someterlos a prueba, pues está impresionado por su logro y quiere poner en éste el sello de Su aprobación. Respondan a las exigencias de la prueba; esa es la manera de complacer al Señor.
Cierta vez hubo un gran devoto que falló en la prueba y no pudo obtener su certificado. Cotidianamente al mediodía buscaba a un huésped necesitado a quién dar de comer con abundancia.
De este modo pasó varios años, pero un día una figura frágil y vieja entró a la casa y se sentó a comer. Tenía más de un siglo de vida. El anfitrión se mantenía firme en su voto, pero no poseía el discernimiento para obtener frutos de tal voto. Como el agua derramada en un banco de arena seca, no añadía nada a la fertilidad de ésta. Su corazón permanecía como un arenal seco, aunque las aguas de la caridad fluían de él cada mediodía. El corazón sin discernimiento se embebía de la caridad, pero el devoto seguía un ritual muy estricto. El decrépito huésped estaba hambriento, así que tan pronto corno se le sirvió el primer plato se tragó un enorme pedazo de alimento sin recitar el nombre de Dios. Molesto por este ateísmo, el anfitrión lo maldijo y lo sacó a empellones a que pasara hambre o mendigara bajo el ardiente Sol.
Esa noche tuvo un sueño en el cual el Señor lo castigaba por la crueldad de su comportamiento. El Señor le dijo: «Durante más de cien años he dado de comer a ese hombre con tanto amor como el que tengo a la niña de Mis ojos, aunque ni una vez pronunció uno solo de Mis muchos nombres. Buen hombre, ¿no lo podías haber aguantado unos minutos?»
Thiruththondar mostró en Tamil Nadu cómo se debía pasar esa clase de pruebas cuando el Señor viene como huésped hambriento a la casa del devoto.
El sentimiento de autoentrega es el mejor para lograr el buen éxito en todos estos casos. Que se haga Tu voluntad! Él es cada ser. La renunciación o autoentrega es corno el césped del suelo: no es alterada por las tempestades; el egoísmo es como la palmera que se mueve con el viento, pero que se rompe cuando éste sopla con furia. Las acciones del Señor son inescrutables; el deber de ustedes es someterse a ellas con fe, con agradecimiento y con alegría. |