Discursos dados por Sai Baba – 44. 25/05/82 Amor a la madre patria

Discursos dados por Sai Baba

{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)

44. 25/05/82 Amor a la madre patria

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 45 )

Amor a la madre patria

25 de Mayo de 1982

Para obtener alivio, el hombre se arrodilla ante un millón de dioses, con sincero dolor. Si sólo eliminara su ego, alcanzaría la meta y sería libre en verdad.

Es difícil, en verdad, comprender al ego y sus ocultos y desviados caminos; es una entidad inerte, es decir, no puede conocerse a sí misma ni conocer a otros. No tiene temor; no se inclina ante otros, degrada al hombre de su dorada gloria, que es su derecho, al más ínfimo nivel. Las serpientes sisean, los cerdos gruñen, los toros mugen, están afirmando su ego, intentando mantener lejos a los otros. De los rasgos del ego, el orgullo es el más venenoso; el orgullo del académico, el de los expertos en escrituras sagradas, es tan denso que para ellos es imposible librarse de él.

El perro se siente orgulloso de la casa de su amo; por eso ladra a los extraños que tratan de acercarse. El hombre también está tan apegado a «mi casa», «mi gente», «mi propiedad», que también mantiene alejada a la gente desde el momento en que despierta hasta el momento en que se dispone a dormir; sin embargo, el egoísmo es contrario a la naturaleza humana; de hecho, es un rasgo propio de los animales.

La flor se marchita y se deshoja en pocas horas. Aun cuando una persona está orgullosa de su vigor físico, de su capacidad mental y de su intelectó, la vejez hace mella en su cuerpo cada segundo. ¿Y la riqueza? ¿Y el poder sobre las cosas y los hombres? Son como los relámpagos, cuyos destellos duran sólo unos segundos.

Estas naturalezas y posesiones transitorias, curiosamente, producen impresiones duraderas. Los enemigos del hombre no están fuera de él; los pecados que comete son sus grandes enemigos, ellos lo impulsan a actuar en contra de todos los códigos. Ravana fue inducido al pecado por su nefasto ego y sus crímenes redujeron su espléndido reino a un montón de cenizas. Hitler se convirtió en el dictador de Alemania; la victoria sobre algunos estados vecinos acrecentó su ego y la maldad se apoderó de él. Causó una guerra mundial y murió entre las ruinas de su ciudad capital. El egoísmo es un mal que arruina toda oportunidad de expandir y elevar la conciencia, puede minar las genuinas cualidades humanas; por eso los maestros deben tener especial cuidado para que los tiernos corazones de los niños no contraigan este virus.

Cada nación depende de tres sectores de la sociedad para su progreso: los productores, los protectores y los preceptores; los tres son igualmente importantes e interdependientes. Este es el trípode en que descansa la prosperidad, el amor es el asiento colocado entre las tres patas; la nación puede ser feliz y pacífica si las tres secciones trabajan juntas con mutuo amor por la nación.

En la actualidad exhibimos la falsa devoción y el patriotismo carente de moralidad; ambos son inútiles. El egoísmo no tolera el amor por los demás ni puede ser feliz consigo mismo. Si el grano recolectado no puede comerse ni ser compartido, se pudrirá. El egoísmo reduce al hombre al nivel de un demonio. A la menor provocación, el egoísmo se torna iracundo contra los propios padres, hijos, esposa o maestro; arroja a un lado a cualquiera que se interpone en su camino.

Dios es lo vasto entre lo vasto, lo diminuto entre lo mínimo; sin embargo, Dios carece de ego. ¿Cómo puede el hombre, incapaz de reclamar ni la más mínima gloria, alabarse como grande? Es, en verdad, una pose ridícula. El egoísta ignora la fuente que puede traerle respeto; pierde la oportunidad de desarrollar sus habilidades y talentos bajo normas correctas.

La educación debe desembocar en humildad; la humildad es el mejor logro que pueden obtener. Trae riqueza, y a través de la riqueza pueden fomentar la rectitud y la caridad; esto asegura la felicidad aquí y en el más allá. La humildad no puede crecer absorbiéndose en los libros; el proceso educativo vigente no promueve la humildad. Confiere títulos que inflaman de soberbia a los que los reciben, no santifica a la persona que está siendo educada, no impulsa el progreso de la nación. La educación debe alentar la indagación en las necesidades reales del país y los métodos para satisfacerlas. La juventud debe dedicarse a esta tarea. Pero, ¿qué encontramos? ¡Aun los ancianos con bastón tratan ansiosamente de exprimirle una o dos gotas de placer ala vida! Después de haberse jubilado todavía buscan empleo; no se les ocurre la idea de que deben vivir los últimos años de su vida sirviendo a sus semejantes.

La gente inculta tal vez no sea del todo patriótica, ¡pero el país está siendo más dañado por la gente educada! Tan pronto como obtienen el título que los acredita como médico o ingeniero, corren a tramitar su pasaporte y tratan de sobornar a alguien para viajar hacia Irak, Irán o Dubai. Por supuesto, el dinero es indispensable, pero sólo el esencial. ¿No pueden ganar suficiente dinero en este país y, al mismo tiempo, servir a la gente pobre de nuestras aldeas? ¿Puede alguna vez ser signo de educación mostrar desdén por la tierra que los vio nacer y en la que crecieron? Consideren por un momento el absurdo de despreciar a su patria y sentirse fascinado por otra. Deben servir a su gente y después a la gente de otras tierras. Pero, ¿qué podemos decir de aquéllos que odian a su propio país y aman a otro? ¿Cómo puede una persona que no respeta a su tierra natal ser respetada en la tierra a la que se apegó?

Esta contradicción es resultado del sistema educativo.

El mendigo en la puerta implora: «¡Maa! ¡Soy un extraño, un Paradeshi! ¡Denme una limosna!» Él quiere decir que no pertenece a la aldea, que no tiene a nadie que lo mantenga o que lo alimente en ese lugar. Paradeshi es una persona que se ha trasladado a un nuevo lugar desde su desha o país. El mendigo espera obtener un roti o una rupia; en un país extraño, la persona educada espera obtener mil o aun un millón. Ambos ejercen la misma profesión. Los estudiantes deben evitar este error tan degradante. No deben abandonar su tierra natal e irse allende los mares ni cometer el error de creer que una persona se vuelve grandiosa si viaja a través del océano. ¡Las azafatas lo hacen todos los días! Tengan fe y amor hacia su hogar, su aldea, su parte de la India, su madre patria. Sin embargo, eso no implica odiar a otros países; bajo ninguna circunstancia, el odio, la enemistad o la intolerancia debe mancillar su mente.

Analicen un ejemplo del Ramayana: Después de la muerte de Ravana en el campo de batalla, Lakshmana le dijo a Rama: «Hermano, nuestro hermano Bharata ha gobernado el reino de Ayodhya muy bien durante catorce años; ese reino, aunque pobre, es feliz bajo su gobierno. Lanka ha caído en nuestro poder, te ruego que asumas el gobierno sobre Lanka y reformes a los rakshasas». Rama sonrió ante esa sugerencia y replicó: «¿Es que un hijo abandona a su madre porque sus facciones son feas? Mi tierra puede ser pobre pero es mi madre. ¿Puedo acaso adoptar a una mujer como mi madre sólo porque es más linda que la mía? No importa cuán rica y próspera sea Lanka, no deseo estar aquí». Rama sostuvo el ideal de un patriota ansioso de servir a su tierra natal.

Voy a relatarles un suceso de mi vida: Hace cuarenta años, una señora rica llamada Sakamma (famosa por ser una gran dueña de plantaciones de café) solía venir a Puttaparti desde Bangalore. En ese tiempo, el viaje hacia esta remota aldea era una difícil aventura. En una ocasión, Sakamma vino con dos tíos del maharaja de Mysore y exclamó: «¡Swami, este lugar es muy inaccesible, los devotos sufren muchos problemas!, debemos comprar unos acres de tierra en la ciudad de Bangalore y construir un amplio mandir (templo). Swami, debes aceptar y trasladarte a Bangalore». Yo le dije: «Sakamma, no tiene sentido ofrecer agua a los que se acercan al río Ganges, lo que en verdad vale es dar agua a los que vienen al desierto. ¡Escu
chen!: éste es el lugar donde nací, pueden construir el mandir en cualquier ciudad; lo visitaré sin importar la distancia, pero no abandonaré este lugar».

Ahora, este pequeño y remoto pueblo se ha vuelto la sede de una universidad. ¿Puede un solo hombre transformarlo? ¿Gracias a quién esta aldea se ha modernizado para que todos vivan más felices? En la actualidad los estudiantes abandonan sus aldeas y emigran a las ciudades, venden tierras y casas, sólo para vivir miserablemente en las sobrepobladas ciudades. Muchos prefieren las instituciones urbanas para cursar sus estudios aunque las ciudades carecen del ambiente apropiado para estudiar. Al trabar amistad con personas de dudosa reputación, adoptan vicios y malos hábitos; todo esto les dificulta vivir una vida recta, así como tener éxito para llegar a la meta que se han trazado.

El bien, la reverencia y la amistad todavía existen en las aldeas pero han desaparecido totalmente en las ciudades, y los métodos educativos son la causa de esta triste situación. Al reducir la educación sólo al conocimiento mundano y material, a los niños se les evita el acceso a su herencia cultural, provista de fuerza y valor. Crecen sin adquirir conocimiento general ni sentido común. Es difícil comprender cómo aprobarán los exámenes y administrarán al país, después de obtener un empleo, puesto que siempre están preocupados sólo de sí mismos y olvidan proporcionar ayuda al necesitado.

La educación tecnológica es de vital importancia en la actualidad, pero no deben ignorar los valores humanos. La tecnología debe fomentar los elevados ideales y virtudes que la cultura bharatiya alberga, pues al no existir el trasfondo de esa cultura, las personas educadas se vuelven fácilmente esclavas de otras culturas.

Viviendo en un país, tienen que vivir y actuar de acuerdo con las costumbres y hábitos de ese país; por supuesto, deben amar a la humanidad, a todos los hijos de Dios, y olvidar las diferencias que existen entre naciones, castas y credos y cultivar un amor universal.

De las antiguas universidades, cada una se especializaba en el aprendizaje y la enseñanza de un solo tema, pero en esta universidad debemos enseñar la importancia y el significado de los valores humanos; no concedemos valor a la educación que no eleva al hombre y no lo hace consciente de su divina realidad. Los medios de vida y la meta de la vida son las dos alas; las dos ruedas son la vida material y la espiritual, la habilidad y el sadhana.

La mente, la razón, la erudición, el ego, que pregonan y riñen, ¿cuándo se abatirán? Shiva se revela entonces como nuestra Alma, la verdad.

El Alma reside en cada ser, vasta y expansiva, nosotros creemos que el Alma está en nosotros; no, nosotros estamos en el Alma, ¡el Alma no está en nosotros! Todos los seres están vivos y activos, moviéndose y reposando en el Alma que los contiene a todos. Todos estamos en este salón; el salón no está en nosotros; al afirmar «el Alma está en mí» y «el Alma está en ti» sólo demuestran su ignorancia acerca de la verdad.

Una vez sumergidos en esta verdad de la unidad, no seremos afectados por el afán de calumniar, los celos y otros rasgos negativos. Los estudiantes tienen que librarse de estos grilletes, desde esta tierna edad. Debe ayudárseles a llevar una vida sana y feliz y a fomentar, mediante sus actos, la prosperidad y el bienestar del mundo.

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Vidyagirí,

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